Azerbaiyán: otra forma de negacionismo

La Embajada de Azerbaiyán en la Argentina ha expresado a través de una nota, utilizando el derecho a réplica, su posición sobre la conmemoración de la colectividad armenia del vigésimoquinto aniversario del pogromo de Sumgait. Este hecho doloroso fue la punta de lanza de otros ataques que provocaron cientos de muertos, miles de heridos, y cientos de miles de desplazados de todo Azerbaiyán. Desde el Consejo Nacional Armenio de Sudamérica, creemos que es importante destacar algunos de sus planteos que resultan inaceptables para  cualquier Estado u organización social que tenga entre sus premisas la defensa de los Derechos Humanos.

La nota, además de plantear una serie de vaguedades e imprecisiones en la relación histórica de Armenia y Azerbaiyán, cuando no mentiras deliberadas, destaca la responsabilidad de los armenios en el pogromo de Sumgait. Para el estado azerí, se trató de un autoatentado necesario para justificar las incursiones militares en Nagorno-Karabagh. El procedimiento de culpar a las víctimas es una de las formas habituales del negacionismo, por lo que no debería pasar desapercibido para ningún defensor de los Derechos Humanos. Sería inaceptable que Alemania culpara al pueblo judío por la Shoá, como resultaría horroroso en nuestro país que el Estado afirmara hoy que los 30.000 desaparecidos se autoexiliaron.

No es sorprendente este tipo de afirmaciones por parte de la República de Azerbaiyán. Los Derechos Humanos distan de ser política de Estado, como lo son en la Argentina. Los presos de conciencia, en especial periodistas y activistas políticos, son moneda corriente. Por citar hechos recientes, desde marzo de 2011, Amnistía Internacional condena la violencia ejercida desde el gobierno de Aliyev frente a manifestaciones públicas opositoras. En mayo de 2012, el Parlamento Europeo condenó a través de la resolución 2012/2654(RSP) las sistemáticas violaciones a los Derechos Humanos en ese país. Y en febrero de este año fue sentenciado a ocho años de prisión Bahtyar Mamedov, defensor de los habitantes de Bakú que fueron despojados de sus hogares para construir una autopista. En muchos casos, los funcionarios azeríes suelen caracterizar a los opositores como agentes armenios.

Asimismo, la Embajada de Azerbaiyán en la Argentina afirma que su objetivo es la paz justa y duradera en la región. Esta afirmación, lamentablemente, no se corresponde con la verdad. En el discurso de cierre de la Conferencia “Programa estatal de desarrollo socio económico de distritos del 2009-2013”, Ilham Aliyev afirmó de manera pública e inequívoca: “nuestros enemigos principales son los armenios de todo el mundo y los políticos hipócritas y corruptos bajo su control”. También se podría colegir que en el caso argentino, siguiendo el razonamiento, serían todos los representantes del Poder Ejecutivo, Legislativo y Judicial, ya que en esas tres instancias funcionarios argentinos han abogado por el pueblo armenio.

Este tipo de afirmaciones, que son cotidianas entre los funcionarios, el partido de gobierno y los medios oficialistas, no son la única forma de la República de Azerbaiyán de alentar el conflicto con Armenia. En agosto de 2012,el soldado Ramil Safarov retornó a su país, después de haber estado preso en Hungría, condenado a cadena perpetua por haber decapitado con un hacha al militar armenio Gurgen Markarian mientras dormía, durante un curso de la OTAN en Budapest. Ilham Aliyev no sólo lo indultó, sino que lo ascendió de rango, le obsequió una vivienda y el salario de los ocho años que había cumplido en prisión, dándole rango de héroe nacional y ejemplo para la sociedad azerbaiyana. Al mismo tiempo, la violación del cese al fuego en la frontera con Nagorno Karabagh es permanente. Su víctima más reciente es Gor Kazarouian, asesinado el pasado 19 de febrero.

Desde el Consejo Nacional Armenio de Sudamérica, entendemos que la experiencia histórica demuestra que los pueblos pueden avanzar en materia de Derechos Humanos cuando son capaces de reconocer los horrores que han vivido. El caso de la República de Azerbaiyán no es la excepción. La negación del horror de hace 25 años coexiste con las violaciones sistemáticas a los derechos de sus ciudadanos y la búsqueda de la escalada bélica. Cuando los gobernantes plantean que una porción delimitada de la sociedad es la causa de los problemas de su nación , las consecuencias son siempre trágicas.

Buenos aires, 8 de marzo de 2013