A un año del centenario, queda mucho por avanzar

El 24 de abril se cumplen 99 años del inicio del genocidio contra el pueblo armenio perpetrado por el Estado turco. Es inevitable que, para quienes pertenecemos a la comunidad armenia de Argentina, la fecha nos remita no solo al 1.500.000 de armenios masacrados, a las deportaciones forzadas, al saqueo de bienes y propiedades, sino también a la propia historia de quienes nos precedieron, aquellos que lograron escapar con vida, y se asentaron en un país que supo cobijar a una gran diversidad de refugiados e inmigrantes. Para gran parte de la comunidad, es una fecha asociada también a la lucha por el reconocimiento del genocidio y la visibilización de la Causa Armenia en la sociedad argentina.

logo_fteMuchos argentinos empezaron a conocer el genocidio del que fue víctima el pueblo armenio a través de las campañas masivas de difusión, los actos y movilizaciones que desde hace décadas se hacen presentes en el espacio público y en los medios de comunicación. Al mismo tiempo, en el ámbito académico, la temática encuentra a estudiantes e investigadores interesados en abordarlo. Asimismo, el trabajo en el ámbito político permitió avanzar hacia el reconocimiento por los tres poderes del Estado. Las generaciones que, en un proceso de integración dentro del esquema pluricultural, llevaron adelante esta tarea, son las que permitieron que, en contextos generales de avance en materia de Derechos Humanos en el país, los tres poderes se pronunciaran al respecto.

Las sucesivas declaraciones y resoluciones parlamentarias a nivel nacional y provincial, junto con el reconocimiento público del presidente de la Nación, Raúl Ricardo Alfonsín ante la comunidad armenia de la Argentina en septiembre de 1987, marcaron un hito en la postura argentina frente a la cuestión. La sanción de la Ley Nacional 26.199 (publicada en el Boletín Oficial el 15/1/2007), durante el gobierno del Presidente Néstor Kirchner, cuyo artículo 1º dispone: “Declárese el día 24 de Abril de todos los años como “Día de acción por la tolerancia y el respeto entre los pueblos” en conmemoración del genocidio de que fue víctima el pueblo armenio y con el espíritu de que su memoria sea una lección permanente sobre los pasos del presente y las metas de nuestro futuro”, consecuente con la política sobre Derechos Humanos que se desarrollaba en el país, puso a la Argentina a la vanguardia del reconocimiento internacional junto a Uruguay; Francia, las Naciones Unidas y el Parlamento Europeo.  Asimismo, el 1° de abril de 2011, el  Juez Federal Norberto Oyarbide a través de una sentencia categórica y ejemplar, declaró la verdad histórica del delito de genocidio cometido en perjuicio del pueblo armenio y responsabilizó al Estado turco.

La lista podría completarse con los reconocimientos y pronunciamientos en diferentes niveles, como las provincias que adhirieron a la Ley 26.199 y los municipios que año tras año acompañan la lucha con las adhesiones y declaraciones. También deben destacarse los esfuerzos por avanzar en la enseñanza del genocidio contra los armenios en las escuelas, y en su implementación como política de Estado. Sin embargo, la lucha por la Causa Armenia en la Argentina todavía tiene una agenda abierta y por cumplir. Todos estos avances, que suponemos consolidados, se topan cotidianamente con los intentos del lobby de Turquía, y más recientemente con el lobby de Azerbaiyán, que operan de manera conjunta, ya que, al igual que en el pasado, ven en la lucha por el reconocimiento un escollo para el desarrollo de sus intereses en el país y en la región. Esto se traduce en intentos cotidianos de incidir en ámbitos académicos y educativos en general, políticos y periodísticos. Estas acciones son enérgicas y cotidianas, y en gran medida a espaldas de la sociedad. Mientras la Causa Armenia se expresa en el espacio público, y con actividades abiertas y con convocatorias amplias y diversas, quienes trabajan para instalar el negacionismo lo hacen puertas adentro.

Asimismo, el año transcurrido desde el 24 de abril de 2013, ha demostrado que el Estado turco se está preparando activamente para contrarrestar las acciones que a nivel mundial se planifican para la conmemoración del centenario. En este marco, aquello que la República de Turquía busca evitar es afrontar su obligación de reparar, por un lado, a las víctimas y sus descendientes, y por el otro, a la República de Armenia, tanto por el impacto en la economía local que supuso la drástica reducción demográfica causada por las matanzas y la emigración masivas, como por la usurpación y ocupación del territorio que el laudo del Presidente Woodrow Wilson determinó para el Estado armenio en virtud del compromiso arbitral asumido en el Tratado de Sèvres.

El fallo del Tribunal Europeo de Derechos Humanos en el caso  Perinçek vs Suiza fue una demostración de la presencia del negacionismo. La acción coordinada de diferentes representaciones comunitarias en el mundo le aportaron a Suiza, a través de sus embajadas, elementos para que realizara la apelación, que finalmente llegó. Pero el negacionismo no es la única expresión de la armenofobia: en Kessab el Estado turco brindó su apoyo a los grupos terroristas que cruzaron la frontera hacia Siria, y realizaron ataques en poblados de mayoría armenia. La presencia de Turquía sólo ha agravado la crisis que vive el pueblo sirio en su conjunto, incluidas las minorías.

El carácter coercitivo del Estado turco  alcanza a sus propios ciudadanos. No solamente a aquellos de origen armenio, sino a todos aquellos que osan expresar una visión divergente frente a la posición oficial. El avance represivo que se visualizó en Turquía durante el año pasado, contrasta con el crecimiento de grupos de intelectuales que entienden la necesidad de investigar la temática del genocidio armenio, y no en el modo que se propone oficialmente, como mecanismo para cerrar una puerta y no mirar atrás, sino para comprender mejor a su propia sociedad, y empezar a tender puentes de manera genuina. Orhan Pamuk, Elif Shafak, Taner Akcam y Ragip Zarakolu, quien estará participando de las conmemoraciones en Buenos Aires, son los exponentes de escritores, investigadores y periodistas que asumieron grandes riesgos, y en algunos casos enfrentaron la cárcel. A estos nombres es imposible no sumar a Hrant Dink, periodista ciudadano turco de origen armenio asesinado en 2007 y a Sevane Nisanyan, condenado a  410 días de prisión.

Desde el Consejo Nacional Armenio, entendemos que es fundamental la comprensión de que la reivindicación por el reconocimiento del genocidio en nuestro país comenzó con la recuperación de la Democracia en 1983 y se profundizó con la implementación desde el Estado nacional de políticas de Derechos Humanos. Sin embargo, todo lo conquistado debe revalidarse día tras día, sin olvidar que cuando exigimos memoria, verdad y justicia, y combatimos al negacionismo, no estamos trabajando solamente para clarificar un hecho histórico, sino para alcanzar las reparaciones, de carácter colectivo, que permitan una República de Armenia libre y soberana, con posibilidades para su desarrollo y el bienestar de la población. El genocidio perpetrado contra los armenios y otras minorías del Imperio Otomano no es una cuestión de la historia como intenta explicar el Embajador de Turquía en la Argentina, Taner Karakaş, que sólo pretende evadir las responsabilidades del Estado turco. Existe un hilo conductor entre el genocidio de 1915, las masacres de armenios en Azerbaiyán desde 1988 (Sumgait, Bakú, Kirovabad), el reciente vaciamiento de la población de Kessab en Siria, la destrucción de templos y cementerios en los territorios usurpados, la invisibilización de los armenios islamizados, que no hace más que confirmar que la política de limpieza étnica sigue vigente y que cada oportunidad de crisis es aprovechada para avanzar un poco más en ese objetivo.

El pueblo armenio al igual que tantos otros pueblos que han sido sojuzgados y avasallados en sus derechos alcanzará sus reivindicaciones en la medida que logre construir amplios consensos con sectores sociales en nuestro país y en el mundo, solidarios y comprometidos con la lucha por los Derechos Humanos, por sociedades democráticas e igualitarias. La mejor manera de honrar la memoria de las víctimas, de quienes resistieron y quienes entregaron sus vidas para intentar salvar la de otros, es la lucha cotidiana por esta causa, en las puertas de su centenario, que aún tiene mucho por avanzar.