En las últimas semanas, el mundo conoció el horror provocado por el uso de armas químicas contra población civil en las cercanías de la ciudad de Damasco. El uso de armas químicas debe ser rechazado enfáticamente por el conjunto de la comunidad internacional, independientemente de cuál es el sector que lo haya utilizado y con qué objetivos. Y resulta imperioso que la ONU arbitre todos los medios a su alcance para continuar en la tarea encomendada por el Secretario General Ban Ki-Moon de esclarecer el origen del ataque.
A partir de este brutal ataque, algunos países que poseen asiento permanente en el Consejo de Seguridad, en especial EEUU, expresaron su voluntad de realizar una intervención militar en Siria. Desde el comienzo del conflicto entre el gobierno sirio y los diferentes grupos rebeldes la situación humanitaria se torna cada vez más acuciante. Sin embargo, desde el Consejo Nacional Armenio de Sudamérica entendemos que el uso de la fuerza por parte de una potencia extranjera no sólo no contribuirá a una solución real sino que profundizará la situación de los civiles.
El caso de la numerosa comunidad armenia de Siria, en particular en las ciudades de Damasco y de Alepo, es un exponente más de las situaciones a las que ya se enfrenta la población. El peligro de muerte frente a los francotiradores, los ataques con misiles, la escasez de alimentos y medicamentos son algunas de las vicisitudes a las que se enfrentan desde el comienzo del conflicto. En este sentido, debe advertirse que algunos grupos radicalizados aprovechan la oportunidad para atacar con particular violencia a las diversas comunidades cristianas del país.
Desde el Consejo Nacional Armenio de Sudamérica rechazamos la intervención militar extranjera como método para dirimir conflictos, por no ofrecer una solución y, especialmente, porque contribuye a profundizar la crisis humanitaria. Es por eso que bregamos por la utilización de todos los recursos diplomáticos y políticos de los organismos internacionales para alcanzar soluciones pacíficas.