Leandro Despouy, presidente de la Auditoría General de la Nación, y el excamarista León Carlos Arslanián recibieron ayer la distinción «Jrimian Hairig» de la comunidad armenia en el Colegio Armenio Jrimian del partido de Lanús.
Despouy comenzó señalando que en 2015 se cumplen 30 años del Juicio a las Juntas y también de la resolución de Naciones Unidas que reconoció el Genocidio Armenio, de la cual formó parte. «Esta resolución rompió con el negacionismo histórico, al cual la diplomacia turca había depositado gran parte de su esfuerzo internacional», indicó, y recordó que «jamás en un ámbito público del escenario internacional se había podido pronunciar las palabras ‘Genocidio Armenio'».
«Justamente en ese año, en Argentina se daba un paso decisivo», recordó, y opinó que «no creo que haya sido una coincidencia. Tiene que haber una relación de causalidad».
«¿Quién podría pensar en 1985, en un mundo que no había vivido ni un solo juzgamiento de los crímenes contra la humanidad, podía un gobierno de una democracia naciente plantearse ese dilema y desafío histórico? Pensaban que estábamos locos. ¿Cómo era posible que se osara llevar a los tribunales a quienes hacía muy pocos meses tenían un poder de vida o muerte sobre todas las personas que vivían en el país? La sangre estaba demasiado fresca».
«El reconocimiento del Genocidio Armenio por parte de Naciones Unidas nutrió las bases para plantear que no era una utopía la necesidad de la verdad como un derecho emergente del propio derecho internacional», cerró Despouy.
León Arslanián elogió el proyecto educativo del Colegio Jrimian orientado a la defensa de los derechos humanos y destacó que el reclamo por el Genocidio Armenio se lleva adelante «pacíficamente, por la vía del derecho internacional y los derechos humanos, a través de un trabajo de difusión frente a países hermanos».
«Estamos empeñados en eso porque sabemos que eso nos da la suerte de la República Independiente de Armenia y la República Independiente de Nagorno Karabaj: si abandonásemos la lucha por el reconocimiento del genocidio, probablemente, en poco tiempo Armenia dejaría de existir de la faz de la tierra, y ni hablar de Nagorno Karabaj, que vive asediada por azeríes hostiles y donde hay escenas bélicas permanentemente», agregó.
Para el jurista, el objetivo hoy en día es «lograr el pleno reconocimiento y perdón por parte de Turquía» y manifestó su esperanza, «así como existe el Tribunal Penal Internacional para el juzgamiento de los crímenes de lesa humanidad», de que se conforme «una corte civil internacional para el juzgamiento y la reparación del daño, restitución de bienes culturales y territoriales».
Al acto asistieron los candidatos a la intendencia de Lanús, Julián Álvarez y Néstor Grindetti, la diputada provincial Karina Nazábal y el arzobispo Kissag Mouradian, Primado de la Iglesia Apostólica Armenia para Argentina y Chile.
El galardón es entregado por el Consejo Nacional Armenio de Sudamérica a «personalidades destacadas por su aporte a la construcción de una sociedad democrática, plural e igualitaria y su compromiso con la Causa Armenia». La distinción fue entregada en otras oportunidades a los diputados nacionales Ricardo Alfonsín y Mario Oporto, a Karina Nazábal, al exdiputado provincial Oscar Negrelli, al saliente intendente de Lanús Darío Díaz Pérez, y a la docente de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora, Laura Berardo.
El periodista Leo Moumdjian, que condujo el evento, explicó que la distinción lleva el nombre del Padre Jrimian, un educador nacido en Van en 1820 que «dedicó su vida a la defensa de los derechos del pueblo armenio» y que fue el inspirador «del movimiento de liberación armenia».
En representación del Consejo Nacional Armenio, el abogado Juan Kassargian remarcó que «los agentes de la política activa del negacionismo turco, junto con sus socios azeríes, se presentan en la región seduciendo con sus recursos y sus posibilidades de negocios. Sin embargo, nada dicen acerca de que Turquía lidera las listas mundiales de violaciones de los derechos humanos».
Leandro Despouy fue uno de los principales promotores del reconocimiento del Genocidio Armenio por parte de las Naciones Unidas en 1985. Como embajador argentino del gobierno de Raúl Alfonsín e integrante de la Subcomisión de Derechos Humanos de la ONU, tuvo un rol fundamental en la aprobación del «Informe Whitaker» que derivó en el histórico reconocimiento de la ONU.
León Arslanián, por su parte, presidió el tribunal que condenó a la Junta Militar en 1985. Además, fue ministro de Justicia de la Nación entre 1991 y 1993, Ministro de Justicia y Seguridad de Buenos Aires entre 1998 y 1999 y entre 2004 y 2007.