No hay lugar para genocidas en el espacio público
En 2010 la comunidad armenia de Buenos Aires se conmovió fuertemente ante la posibilidad de que un busto de Mustafá Kemal “Ataturk” fuera instalado. Su ubicación, en el barrio de Palermo, donde la mayoría de las instituciones tiene sus sedes centrales, acentuaba aún más la provocación. El reclamo comunitario mancomunado logró que la iniciativa quedara atrás, a pesar de las fuertes presiones de Turquía. Ninguno de los descendientes de los sobrevivientes del genocidio contra los armenios quería toparse con la efigie de uno de los responsables de la mayor tragedia sufrida por este pueblo.
Juan Carlos Abachián, marplatense, jugador de rugby, estudiante de Derecho y militante político, solía viajar a la ciudad de Buenos Aires para participar de bailes organizados por la colectividad armenia, según relata Cristian Sirouyan en “Veintidós vidas – Los desaparecidos armenios de la dictadura ´76-´83”. En honor al disgusto que a su padre Soghomón, nacido en Kessab, le causaba que a Juan Carlos lo apodaran “el Turco”, logró que sus compañeros lo llamaran “el Armenio”. El 27 de diciembre de 1976 fue detenido en La Plata y aún permanece desaparecido. La responsabilidad de Miguel Etchecolatz fue sentenciada en el juicio por el “Circuito Camps”.
También un 27 de diciembre, pero 41 años después, a Etchecolatz le fue concedida la prisión domiciliaria, y eligió la ciudad de Mar del Plata, la misma donde reside la familia de Juan Carlos, hecho que fue denunciado y repudiado por su hermana Marta Abachián y por organismos de Derechos Humanos. Uno de los responsables del horror sería vecino de la familia de las víctimas, que atravesó por dos experiencias genocidas del siglo XX. su atestiguada violación de la reclusión domiciliaria podría cruzar en las mismas calles a los responsables juzgados de delitos de lesa humanidad con familiares que aún desconocen el paradero de aquellos que fueron arrebatados. Recientemente, el beneficio de Etchecolatz fue revocado por la justicia.
Desde el CNA entendemos que más allá de las innumerables diferencias entre ambas situaciones, subyace una realidad: en Argentina, los genocidas deben ocupar el lugar que les corresponde, que definitivamente no está en la vía pública. Este 24 de marzo, conmemorar el Día Nacional de la Memoria por la Verdad y por la Justicia es ratificar el compromiso con un presente construido sobre esos pilares, que no pueda ser doblegado por ningún tipo de presión. Los avances conseguidos en materia de Derechos Humanos son la base para continuar la lucha contra el negacionismo en todas sus formas. Defender y profundizar esa agenda es la garantía del futuro.
Consejo Nacional Armenio
Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 23 de marzo del 2018