Entrevista a Rakel Dink en su visita a Buenos Aires

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AL IGUAL QUE SU ESPOSO, RAKEL DINK DENUNCIA EL GENOCIDIO ARMENIO «El Estado turco no actuó para evitar la muerte de mi marido» Lo dijo Rakel Dink, viuda del periodista turco de origen armenio Hrant Dinkasesinado en Estambul en 2007, en la entrevista que mantuvo con el Diario Clarí­n y el Consejo Nacional Armenio. Diario Clarín Jueves 13 de Noviembre de 2008- El MUNDO- Pág. 25 Por: Carolina Brunstein.

La mirada de Rakel Dink transmite una mezcla de dolor y fortaleza. Esa </p>combinación le permitió seguir adelante con su vida y defender el legado de su esposo, el periodista turco de origen armenio Hrant Dink, asesinado en Estambul en enero de 2007. También siente bronca. Su modo de hablar calmo y pausado no lo revelan a primera vista. Pero sus palabras son claras: «El Estado turco es responsable de ese crimen, porque cerró los ojos a las amenazas que mi esposo denunciaba».

De visita en Buenos Aires para participar de una conferencia de la Asociación Internacional de Mujeres Armenias, Rakel Dink cuenta a Clarí­n que, pese a las amenazas que aún recibe, mantiene su compromiso de difundir la voz de su marido, que condenaba el genocidio cometido por el Imperio Otomano contra los armenios entre 1915 y 1923, que dejó, según Armenia, 1,5 millón de muertos.

Hrant Dink, representante destacado de la minorí­a armenia en Turquí­a, crí­tico del Estado turco pero defensor del diálogo entre turcos y armenios, tení­a 52 años cuando le dispararon tres balazos en la cabeza y el cuello, cuando salí­a del edificio del semanario que editaba, Agos, en el centro de Estambul. Murió en el acto.

El crimen generó conmoción allí­ y en toda Europa. Enseguida, el premier turco, Recep Tayyip Erdogan, condenó ese «atentado repugnante» y lo calificó de «golpe grave para la democracia turca».

Dos dí­as después fue arrestado un joven de 17 años que confesó el crimen. Luego se produjeron otros arrestos, de personas cercanas a grupos nacionalistas. Pero para Rakel, el caso no está resuelto.

«Hay unas 20 personas detenidas. Pero son sólo las manos visibles, no los verdaderos responsables. Veremos hasta dónde llega el juicio», dice esta mujer de 49 años, ojos color miel, amable y sencilla.

-¿Quiénes son los responsables?

-Todos. El Estado, el gobierno. Ellos sabí­an que mi marido recibí­a amenazas desde hací­a años, lo habí­a denunciado muchas veces. ¿No era suficiente eso para evitarlo?

Los ojos se le humedecen. Pero se anima cuando cuenta lo que hace ahora, desde la Fundación Internacional Hrant Dink, que creó el año pasado con sus tres hijos -de 30, 29 y 22 años-, otros familiares y amigos armenios y turcos.

«Seguimos con la publicación del semanario Agos (Surco, en armenio). Tenemos proyectos y buscamos recursos para que se profundice el diálogo entre armenios y turcos. Queremos difundir el mensaje de Hrant», cuenta.

Admite que tuvo miedo por ella, por sus hijos y sus dos nietos. «Seguimos recibiendo amenazas. Después del crimen el gobierno quiso ponernos custodia. La tuvimos durante una semana, pero después les pedimos que se fueran. No se puede vivir así­. Queremos seguir con nuestra vida», explica.

El periodista habí­a sido condenado en 2005 por la Justicia por «ofensa a lo turco», por denunciar el genocidio, una acusación que el gobierno de Ankara rechaza y que hoy sigue siendo un tema tabú.

-Cada vez más paí­ses en el mundo, entre ellos Argentina, reconocieron el genocidio armenio, y crece la presión para que Turquí­a lo haga. ¿Lo cree posible?

-Cito a mi marido. Primero Turquí­a debe democratizarse. Si no, ese reconocimiento no va a tener consecuencias positivas. Turquí­a debe reconocerlo con responsabilidad, no como consecuencia de un lobby polí­tico.

-Hace dos meses, un partido de fútbol reunió al presidente turco, Abdulá Gul, y a su par armenio, Serge Sarkissian, en Ereván. ¿Cree que este tipo de iniciativas pueden acercar a los dos paí­ses?

-La gente está abierta a acercarse. Pero el pueblo de Turquí­a se somete a las expresiones del gobierno. Si el gobierno hablara de paz, de diálogo, si diera instrucciones para la convivencia, la gente responderí­a. El ejemplo del fútbol lo dejó claro.