El Consejo Nacional Armenio de Sudamérica considera fundamental la profundización de la lucha por la memoria, la verdad y la justicia que se está desarrollando en nuestro país. Dicha profundización nos ubica como estandarte a nivel regional y mundial en materia de defensa de los derechos humanos.
Hace 37 años comenzaba una dictadura que no era una más de las tantas que padecimos los argentinos en el siglo XX, comenzaba una dictadura que entendió que para acabar con esa Argentina de la movilización social, la politización, la fuerza sindical, la valoración productiva y la distribución de las riquezas era necesario aplicar una práctica que ya comenzaba a vislumbrarse en nuestro país unos años atrás: la genocida.
En el autodenominado “Proceso de Reorganización Nacional”, sectores militares y civiles buscaron “reorganizar” las relaciones sociales en el país a fin de imponer un nuevo orden social. Este orden, a nivel sociopolítico pero fundamentalmente a nivel económico tendría su explosión en ese triste diciembre de 2001.
No tan lejos, hace 97 años, el Estado turco también cometería un genocidio, el primero del siglo XX, como modo de reorganizar las relaciones sociales. En este caso buscaba eliminar todo vestigio de diversidad en lo que consideraba su territorio. Para tal fin, millones de personas deberían morir, entre ellos armenios, griegos y asirios. Los sobrevivientes, por su parte, perderían completamente su identidad y pasarían a ser ciudadanos turcos. Ni huérfanos armenios, ni mujeres griegas: todos turcos. Sobre estos cimientos se buscaría fundar la también autodenominada moderna República de Turquía.
La práctica genocida, entendida como el aniquilamiento de parte de una nación con el fin de transformar las relaciones sociales del total de la misma, es un proceso que no termina ni comienza con la aniquilación material. El genocidio contra los armenios no comenzó en 1915 ni terminó en 1923, sus nefastas consecuencias siguen presentes hoy en día.
El genocidio argentino tampoco terminó en 1983 y sus consecuencias tampoco dejaron de ser significativas para el presente. Por ello, como argentinos de origen armenio, víctimas de dos genocidios durante el pasado siglo, creemos fervientemente en que es necesario continuar este camino de lucha por una verdadera transformación de los efectos que tuvo para toda nuestra nación la vida de esos 30.000 desaparecidos y cientos de apropiados. En este sentido, la memoria, el encarcelamiento a los responsables militares y civiles, la reflexión, el debate y la politización de lo ocurrido son herramientas fundamentales para dicha transformación.
Buenos Aires, 24 de marzo de 2013