En las últimas semanas, sucedieron dos hechos que desde el CNA hemos visto con mucha preocupación. Por un lado, Azerbaiyán actualizó su listado de personas que no serán bienvenidas al ingresar en su país. A su vez, un semanario en Turquía descubrió que ciertas minorías están registradas secretamente según su “raza”. El primero reviste un carácter público, el listado puede consultarse en el sitio web oficial del Ministerio de Asuntos Exteriores de Azerbaiyán. El segundo fue develado a partir de una investigación periodística. La “lista negra” es relativamente actual, mientras que el código de minorías de Turquía data de 1923. Sin embargo, desde el CNA entendemos que una lectura sobre ambas situaciones arroja más coincidencias que diferencias. Pero para ello debe conocerse cada una de ellas con cierta profundidad.
Más allá de que en Argentina la noticia de la “lista negra” de Azerbaiyán haya tenido cierta repercusión en la prensa, a nivel nacional, local y comunitario por la presencia de argentinos en ella, es importante recordar cuáles son las razones por las que alguna persona puede ingresar en ella. Para el gobierno de Aliyev, estas personas han violado las leyes de Azerbaiyán y han mostrado desprecio por la soberanía y la integridad territorial de su país. ¿De qué forma? En el listado podemos observar a cada integrante, muchos de ellos con su foto incluida, y los delitos que se le atribuyen, todos vinculados a su presencia en la República de Nagorno Karabagh, que el gobierno de Aliyev se niega a reconocer.
Para ejemplificar con algunos de los argentinos, el empresario Eduardo Eurnekian está acusado de “cooperar y dar asistencia humanitaria al régimen separatista”, el periodista de internacionales Marcelo Cantelmi de “cubrir y visitar las áreas ocupadas” y el diputado mandato cumplido José Arbo por participar como observador en las elecciones de 2010 de esta república. Asimismo, inclusive la cantante española Montserrat Caballé, embajadora de buena voluntad de la UNESCO, también forma parte de la lista, que incluye a 335 personas de una gran cantidad de países.
La República de Azerbaiyán que se pretende mostrar a nivel internacional, pujante, desarrollada, destino turístico y de inversiones, es incompatible con una medida a todas luces retrógrada, persecutoria y violatoria de los derechos humanos. Es que este listado demuestra que Azerbaiyán no sólo se niega a reconocer el derecho a la autodeterminación del pueblo de la República de Nagorno Karabagh, sino que pretende sancionar a los habitantes de cualquier nación del mundo por acercarse a fomentar el desarrollo social, las inversiones económicas y a acompañar los procesos democráticos e institucionales. Cabe destacar que las listas negras en Azerbaiyán son una práctica lamentablemente naturalizada y de ello pueden dar testimonio los cientos de opositores presos o exiliados por las persecuciones y amenazas a las que son sometidos
Simultáneamente, en Turquía, el semanario turco-armenio Agos, en el que trabajara Hrant Dink hasta que fuera asesinado, realizó una investigación a partir de una denuncia mediante la cual descubrió que los griegos, armenios y judíos residentes en ese país tienen asignado un código numérico oculto, los números uno, dos y tres respectivamente. El documento revelador, enviado desde la Dirección Provincial de Educación de Estambul a la oficina de Educación Nacional del Distrito de Sisli, indicaba que “desde 1923, el código secreto de los armenios es «2» en los certificados de registro de identidad”.
Es decir, desde el nacimiento de la República de Turquía, al menos estos tres grupos fueron marcados secretamente por las sucesivas administraciones. Estos números, supuestamente, servirían para el ordenamiento de cuestiones educativas, ya que sólo quienes pertenecen a una minoría pueden acceder a sus respectivas escuelas, según consigna la Ley de Educación de Turquía. Más allá de las evaluaciones que se puedan hacer sobre esta ley, el carácter oculto y sostenido por 90 años de este registro, habilita a pensar en que su finalidad pueda ser otra.
A pesar de que en un caso se trata de un hecho público, y en el otro se ha intentado ocultar, tanto en la lista negra como en los códigos puede detectarse un sustrato común. Azerbaiyán y Turquía se niegan a reconocer cuál es la realidad de los armenios, la histórica y la actual. Varían los métodos, pero la lógica es la misma: prohibir, marcar y ocultar. Ambos casos son emergentes que reafirman que para la agenda de ambos estados, el problema de los armenios sigue siendo una cuestión que en algún momento debe erradicarse si es necesario en forma violenta, hecho que está presente en los discursos de los principales mandatarios de los dos países. Esto explica el conjunto de políticas discriminatorias contra los armenios y las minorías en general.
Desde el CNA entendemos que ambas situaciones no hacen más que ratificar que, tanto en la República de Azerbaiyán como en la República de Turquía, mientras intentan mostrarse hacia el exterior como Estados modernos, en su interior el respeto a los derechos humanos están ausentes, desarrollando prácticas más cercanas a gobiernos dictatoriales que a gobiernos democráticos. Frente a sus políticas de prohibir, de ocultar, de marcar y de negar, quienes luchamos cotidianamente contra el negacionismo, por la verdad y la justicia debemos expresar nuestro repudio contra cada manifestación de una ideología que necesita de la muerte para mantenerse con vida.