La reunión del Comité Olímpico Internacional en Buenos Aires tiene por objetivo determinar la sede de los Juegos Olímpicos 2020. Una de las propuestas es Estambul. Desde el Consejo Nacional Armenio hemos denunciado todas las violaciones a los derechos humanos que comete la República de Turquía, tanto a sus políticas negacionistas sobre el genocidio perpetrado contra los armenios entre 1915 y 1923, como a sus actuaciones contemporáneas. Los ataques a periodistas, a intelectuales, a trabajadores y estudiantes, a través de mecanismos legales y paralegales, la violencia en la represión a manifestantes, la utilización de la categoría de “terrorismo” frente a cualquier tipo de discurso opositor, con sus consecuentes enjuiciamientos y encarcelamientos, son algunas de las facetas de la situación de los derechos humanos en Turquía. Tanto Amnistía Internacional como Reporteros Sin Fronteras dan cuenta permanentemente del agravamiento de esta situación.
El lema de la candidatura de Estambul es “Haciendo historia”. Y a través de la historia, distintos gobiernos han utilizado eventos deportivos internacionales para mostrar hacia el exterior un modelo de país diametralmente opuesto a la situación interna. En Argentina, la última dictadura cívico militar fue un exponente de este mecanismo, a través de la organización del Mundial de Fútbol 1978. En esta ocasión, Turquía intenta utilizar su candidatura para que sus violaciones a los derechos humanos, en especial la situación de las minorías y de los opositores, queden opacadas frente al despliegue de marketing sobre el carácter moderno y pujante de su nación. Esta no es simplemente una coincidencia, sino que tanto Videla como Erdogan se han valido de los servicios de la empresa Burson-Marsteller, la célebre creadora del slogan “Los argentinos somos derechos y humanos”.