Hace siete años, Hrant Dink fue asesinado a tiros en Estambul cuando salía de la redacción de Agós, el semanario bilingüe desde donde sostenía una visión crítica de la actualidad turca sin olvidar nunca la denuncia del genocidio perpetrado contra los armenios en 1915. Desde hace siete años, cada 19 de enero se impone el recuerdo y el homenaje a este periodista de ciudadanía turca y de origen armenio que fue censurado y perseguido en Turquía, principalmente por su posición con respecto del genocidio contra el pueblo armenio, un crimen que el Estado turco continúa queriendo ocultar. Desde hace siete años, el gobierno turco pretende desvincularse del asesinato, solapando que en el propio Código Penal turco puede leerse el carácter represivo de ese Estado, cuando en su artículo 301 condena a quien “agravie públicamente a la identidad nacional turca o a la República de Turquía”, sin importarle que en 2005 Amnistía Internacional declarara que este artículo “amenaza directamente la libertad de expresión”. Desde hace siete años, en todo el mundo, organizaciones de la colectividad armenia, de derechos humanos, y luchadores por la libertad de expresión, reclamamos justicia.
Ahora bien, ¿cuál fue el resultado de tantos años de denuncias y luchas? Durante el 2013, como sucedió con todas las reivindicaciones democráticas por la ampliación de libertades y por el respeto a los derechos humanos en Turquía, ha habido, en general, un avance por parte de diferentes sectores de la sociedad civil, que fue acompañado de una profundización de la política represiva del Estado. En cuanto al aspecto judicial, en mayo del año pasado, la Corte Suprema de Apelaciones de Turquía determinó que el asesinato fue un crimen cometido por una organización criminal armada y no un acto de individuos particulares, como había planteado la sentencia previa del año pasado. Pero Fethiye Çetin, abogada de Dink, publicó un libro, “Yo me avergüenzo”, en el que denunció que el Servicio de Inteligencia Nacional de Turquía fue quien dio la orden de asesinar al periodista.
Desde el punto de vista de la sociedad civil, es necesario recordar la multitudinaria marcha para conmemorar el sexto aniversario de su asesinato, que congregó a miles de personas frente a la redacción de Agós quienes, como otros años, enarbolaron consignas en turco y en armenio, y portaron pancartas que decían “Somos todos Dink” y “Somos todos armenios”. Pero no debe olvidarse que, en 2012, una manifestación antiarmenia sostenía carteles que rezaban, en respuesta, “Todos son armenios, son unos bastardos”. Podría destacarse que, en 2013, diez organizadores de esa manifestación racista fueron condenados por un tribunal.
Sin embargo, esa condena fue de cinco meses, sustituida a pedido de la defensa por una suma económica, mientras que, paralelamente, Seván Nisanyan, escritor y periodista ciudadano turco de origen armenio, fue condenado a 13 meses de cárcel, de cumplimiento efectivo, desde el 2 de enero de este año. Las autoridades turcas entendieron que su defensa de la libertad de expresión frente a un proyecto de ley que la coartaría aun más era “Insultar públicamente los valores religiosos de una parte de la población turca”. Sevan Nisanyan ya se encontraba en el ojo de la tormenta por haber hablado públicamente sobre el genocidio contra los armenios y por plantear otros temas que el gobierno de Turquía no está dispuesto a escuchar.
En 2013, Turquía se volvió a posicionar como el país con más periodistas presos del mundo, por segundo año consecutivo, según el Comité para la Protección de los Periodistas. A pesar de los esfuerzos por mantener el silencio, el gobierno turco no pudo evitar que el cantante de renombre internacional Roger Waters recordara en un recital en Estambul a Hrant Dink junto a las víctimas de la represión en el Parque Gezi. También debe destacarse el esfuerzo llevado adelante por Rakel Dink, quien fuera su compañera, a través de la Fundación Dink, que distingue cada año a diversas figuras y organizaciones, de Turquía y del mundo, galardón que recibieron, entre otros, Baltasar Garzón y las “Madres de los sábados”, organismo formado por madres que reclaman desde 1995 en Estambul por sus hijos desaparecidos, en su amplia mayoría kurdos. En la Argentina, desde el 2007, el CNA ha bautizado Hrant Dink al premio que anualmente es entregado desde 2001 a periodistas que colaboran con la difusión de la Causa Armenia.
El asesinato de Hrant Dink en 2007 no fue un rayo en un cielo sereno, fue un hecho de extrema violencia que cristalizó la situación, cada vez más acuciante, de la prensa y de los derechos humanos en Turquía. El 2013 fue un año que ratificó esta situación. Más allá de las fronteras de Turquía, y de los miembros de la diáspora armenia, el asesinato de Dink es un símbolo que condensa el accionar estatal y paraestatal contra las voces disidentes, que, como se ha dicho, cada vez son más y cada vez son más reprimidas. Desde el CNA creemos que no sólo es importante recordar a Hrant Dink como una víctima más de la intolerancia promovida y ejecutada por el Estado turco, sino que es imprescindible reivindicar y continuar su lucha.