La comunidad armenia de la Argentina transitó un relajamiento después de la sanción y promulgación en 2007 de la ley de reconocimiento del genocidio cometido por Estado turco contra el pueblo armenio.
El Estado negacionista turco trazó un nuevo plan a través de la inserción cultural luego de asimilar el impacto de esta ley en Argentina y el fracaso al operativo de ubicar el busto del genocida Mustafá Kemal en la ciudad de Buenos Aires en 2010, frenado por la comunidad armenia. También recibiría un duro golpe con la sentencia del Juicio por la Verdad del Genocidio Armenio en 2011.
La batería de novelas en las pantallas de televisión con la tergiversación de la historia, la presencia de artistas turcos en la cartelera argentina y los infaltables capítulos de viajes a Estambul en los programas turísticos fueron los pasos que se sucedieron de manera precisa. La ficción y la trivialidad logró un acercamiento positivo de Turquía a la opinión pública como nunca antes lo había conseguido que, con el respaldo de los representantes del Estado turco, empezó a generar el efecto buscado.
Fue así que se activó una nueva etapa del negacionismo en el país con los golpes prepotentes de Turquía a todas los despachos públicos: desde la Cancillería, las Legislaturas y las universidades hasta los medios de comunicación y la Asociación de Fútbol Argentino (AFA). En cada uno de estos lugares surgió la idea de que hablar del Genocidio Armenio “ofende”. ¿A quién? ¿Al victimario? ¿La verdad ofende? “Esto afecta las relaciones bilaterales entre Argentina y Turquía”. ¿Según quién? ¿Según Turquía? Argentina tiene una Ley Nacional. ¿La recuerdan nuestros funcionarios?
La relación se desequilibró. La mezcla de intimidación y chantaje logró influir a los últimos cancilleres argentinos, algo que se tradujo, por ejemplo, en la orden del fallecido excanciller Héctor Timerman a sus funcionarios para que no participaran en la conmemoración del Centenario del Genocidio o en la vergonzosa postura de Susana Malcorra al recibir a su par turco Mevlüt Çavusoglu en 2017, que derivó en un silencio temeroso de toda autoridad nacional sobre el tema. Renglón aparte es el cajoneo de la temática del Genocidio Armenio por parte del Ministerio de Educación. ¿Y la Ley Nacional? ¿Quién la respeta?
Otro capítulo de esta saga es el episodio de River y el sponsoreo de su camiseta por parte de Turkish Airlines. Ya habían quedado atrás los intentos fallidos de Racing con Turkish Airlines y de San Lorenzo con Azerbaiyán. La camiseta de River es un paso más hacia la “marca Turquía” lavada de todo crimen. ¿Ningún dirigente del fútbol se pregunta de dónde y a quiénes representan estos fondos? Las grandes cifras de los contratos garantizan más silencio y hacen desaparecer las posibilidades de muestras de solidaridad con los armenios en los campos de juego.
¿Hasta dónde vamos a dejar avanzar a Turquía? Defendamos los logros obtenidos. Que nadie más se atreva a tapar la verdad, una verdad que es nuestra memoria, nuestra identidad. Una verdad que será justicia y será reparación. Contra el poder que sea, contra el dinero que sea. Como comunidad, la forma de hacerlo es la participación. En los actos, en las marchas o donde sea. Hacernos oír es necesario.
Hagop Tabakian
Director Regional de Sudamérica del Consejo Nacional Armenio