Hampartzoum Mardiros Chitjian. «Al filo de la muerte. Las memorias de Hampartzoum Mardiros Chitjian, sobreviviente del Genocidio Armenio», AIP-PEN-KIM ediciones, México, 2014
«Estas memorias me tocan de una manera profunda, mi abuelo Garabed Antaramián también era de Perri, o de esa aldea que está cruzando el puente sobre el río del mismo nombre llamado Khoshee (Hoshay), de la que habla Chitjian. Pero a diferencia de la continua evocación y mención que Hampartzoum hacía de su patria y de sus experiencias del genocidio, mi abuelo mantuvo un profundo silencio, son muy breves los episodios que trasmitió a hijos y nietos sobre su vida antes de llegar a México Como muchos otros sobrevivientes, el trauma del genocidio impidió que mi abuelo pudiera expresar el infierno padecido. Solo sabemos, por ejemplo, que su madre y hermanos se sacrificaron aventándose del puente al no soportar la masacre del resto de la familia, dejando a mi abuelo huérfano y solo con apenas 14 o 15 años, la misma edad que tenía Hampartzoum. De manera que mi abuelo, contemporáneo y coterraneo de Hampartzoum, pudo haber vivido algo muy parecido a lo que cuenta en este libro Chitjian, de hecho, éste menciona a la familia Antaramian tanto en el croquis que dibuja de su casa como entre algunos de sus compañeros de escuela. Y también hace una descripción de los cuerpos masacrados que se amontonaban desde la cañada hasta lo alto del puente Moosooree sobre el río Perri, uno de los muchos momentos de lectura en que tuve que detenerme para reflexionar sobre ese crimen, y dibujar mentalmente la cara de mi abuelo cuando miraba ensimismado el árbol de chabacano que había plantado en su jardín de la ciudad de México.
La memoria silenciada, anudada por el genocidio, que impidió que mi abuelo nos contara y trasmitiera su terrible odisea me permite, con este tipo de narraciones pero sobre todo con este testimonio tan próximo, pensar en cómo era ese Yerguir prohibido, me da el poder de imaginar como pudo ser el deambular posterior al holocausto padecido, la vida entre los kurdos que le salvaron la vida, el hambre y los problemas para ingresar a un orfanato. La extraordinaria memoria de Chitjian es ejemplar, no solo como testimonio de una experiencia terrible que no debe ser repetida sino también porque, como un amanuense que escribe por aquellos que no tienen la capacidad para hacerlo, su testimonio no es solo suyo sino que se ha convertido en voz de su comunidad, tanto de los nativos de Perri o de Harpert como de aquellos que migraron y se instalaron en México. Este testimonio es parte de la memoria colectiva armenia.»
Dr. Carlos Antaramian