El 9 de diciembre de 1948 las Naciones Unidas aprobaron la “Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio”. Raphael Lemkin acuñó el concepto basándose en el caso armenio y la Shoá. Desde el 9 de diciembre de 2015, por iniciativa de la República de Armenia, las Naciones Unidas conmemoran esa fecha como el “Día Internacional de Conmemoración y Dignidad de las Víctimas del Crimen de Genocidio y de la Prevención de este Crimen”. 70 años después, nuevos genocidios se han cometido, mientras el perpetrado por el Estado turco continúa impune.
Desde 1950 las Naciones Unidas conmemoran el 10 de diciembre como el “Día de los Derechos Humanos”, en homenaje a la adopción de la Asamblea General de la “Declaración Universal de los Derechos Humanos” realizada dos años antes. El 10 de diciembre, hace 35 años, el primer presidente de la recuperación democrática, Raúl Alfonsín, asumía su mandato, y de forma simbólica el compromiso de la Argentina con la Declaración Universal.
En la actualidad, ambas fechas expresan consensos generales, apuestas, voluntades y a la vez limitaciones, tensiones, desafíos y carencias. Quienes descendemos de sobrevivientes del genocidio contra el pueblo armenio y formamos parte de la sociedad que sufrió los horrores de la última dictadura, debemos recordar que la lucha por la aplicación de aquello que conmemoramos el 9 y 10 de diciembre es actual y permanente, renunciar a ella es también condenar nuestra historia a la injusticia y el olvido.