Adolf Hitler y el Genocidio Armenio

Dí­as antes de la invasión a Polonia, el 22 de agosto de 1939, Adolf Hitler se reunió con los miembros de su Estado Mayor en Obersalszberg. Allí­ les explicó que ya no podí­a esperar más y que habí­a decidido la invasión a dicho paí­s…
“Nuestra fuerza reside en nuestra rapidez y brutalidad. Fue con un corazón ligero que Genghis Khan envió a la muerte a millares de mujeres y niños. La historia no ve en él más que al fundador de un gran estado.
He dado la orden “y haré fusilar a quien pronuncie una sola palabra de crí­tica- de que el objeto de la guerra no es alcanzar lí­mites definidos, sino el aniquilamiento fí­sico del enemigo.
Asimismo, mantengo listas para el momento oportuno mis `Unidades de la Calavera´ (Tí¶tenkopfverbande, en alemán) con la orden de matar sin piedad o gracia a todo hombre, mujer y niño de raza o lengua polaca. Solo por este medio obtendremos el espacio vital que necesitamos. ¿Quién habla hoy en dí­a del exterminio de los armenios?».(1)seecks y hitler

Hasta aquí­, las palabras leí­das por miles de armenios por más de 40 años. ¿Pero cómo llegó a conocimiento público una charla privada de A. Hitler, dirigida a sus oficiales más í­ntimos?

Los juicios de Ní¼remberg

El 24 de noviembre de 1945, el New York Times publicó un extracto de las «conversaciones privadas de Hitler con sus oficiales», en donde figura la frase relativa a los armenios. Este extracto llegó a manos del periodista americano que lo envió desde Ní¼remberg a New York dentro de un conjunto de tres documentos, todos resúmenes parciales de dicha reunión del 22 de agosto de 1939. El documento publicado tuvo un azaroso camino: al parecer, un oficial alemán presente en aquella ocasión y horrorizado por lo que acababa de oí­r, preparó un resumen y, por intermedio de un oficial del Estado Mayor se lo acercó a Louis Lochner, jefe de la oficina de Associated Press en Berlí­n y Premio Pulitzer en 1939. Lochner guardó en secreto el nombre del informador y le envió el resumen a Sir Ogilvie Forbes, embajador del Reino Unido, quién lo transmitió al Foreing Office.
Fue, pues, desde los archivos británicos que este informe llegó a Ní¼remberg. Mas como no se trataba de un documento de «Primera Fuente», no fue tomado en consideración por los miembros de los Tribunales de Ní¼remberg. Los otros dos documentos del conjunto, extraí­dos de los archivos oficiales nazis, si bien no contienen «La Frase», refieren a temas similares, y en uno de ellos hay párrafos idénticos.(2)
Ahora bien, considerando la veracidad del documento, resta saber dos cosas esenciales: ¿De qué manera estaba Adolf Hitler al tanto de la suerte corrida por los armenios durante la 1º Guerra Mundial? Y aún más, ¿Fue este antecedente determinante para el desarrollo de los crí­menes contra la humanidad que cometió el nazismo?

Algunos alemanes en Turquí­a

Las relaciones entre el Imperio Alemán y el Otomano no comenzaron en 1914. La necesidad de hacerse aliados fuera de Europa movió a Berlí­n a buscar la alianza con el Sultán primero y los Jóvenes Turcos después. Se estableció una estrecha colaboración con estos últimos, de los cuales varios oficiales se entrenaron en Alemania (el mismo Enver fue agregado militar en Berlí­n), quienes continuaron, una vez en el poder, a aumentar la dependencia polí­tica, económica y sobre todo militar con el mismo Imperio Alemán.
Así­, varios especialistas germanos de diferentes oficios recorrieron Turquí­a a principios de siglo, quienes serán en su conjunto observadores directos del Genocidio, de sus prolegómenos y sus resultados. Muchos de ellos, horrorizados, intercedieron por los armenios. El Pastor Johannés Lepsius, a la cabeza de los misioneros, enfrentó a las autoridades turcas, con escaso éxito. (3) Otros funcionarios consulares, reprodujeron por escrito las escenas dantescas que presenciaban. Así­ también ingenieros del ferrocarril, médicos civiles, militares, etc.
¿Hubo entre estos algunos que adhirieron al nazismo algunos años después?
Pues bien, hubo varios. Empecemos señalando a Max Erwin Scheubner-Richter, cónsul en Erzerum y defensor de los armenios (4). Fue pensador del partido nazi en sus comienzos (5), hasta su muerte en el «putsch» de Munich, en noviembre de 1923. También encontramos a Paul Rohrbach, miembro de la Asociación Germano Asiático (6). Polí­tico pangermanista y cofundador, nada menos que con Johannés Lepsius, de la Asociación Germano-Armenia, en junio de 1914. Rohrbach, si bien apreciaba el espí­ritu y la cultura armenia, reconociendo el valor económico y material del pueblo armenio, proponí­a … «su evacuación total… dispersado en Mesopotamia, serí­a reemplazado por turcos para proteger al paí­s de la influencia rusa. Mientras que la Mesopotamia serí­a poblada de colonos de los que tiene gran necesidad».
Rohrbach fue también miembro desde sus orí­genes del nazismo, a tal punto que fue él quien presenta a Karl Haushoffer, famoso geopolí­tico, en los cenáculos racistas pre-nazis.
Tal vez el alemán de mayor trascendencia en la formulación del nazismo y testigo de las masacres, fue el Barón Von Sebottendorf. Dirigió varias misiones de ayuda a Turquí­a antes de la Gran Guerra, y durante las guerras Balcánicas de 1912/13 organizó la Media Luna Roja Turca, con asistentes y médicos alemanes y turcos entrenados en Alemania. Se interesó por el ocultismo Islámicoy, en 1918, creó en Alemania el Grupo Thule, emanación de la “Orden de los Germanos”, sociedades ocultistas de carácter marcadamente racista. Su hijo adoptivo era súbdito turco y tomó su nombre al morir aquél.
Muchos otros futuros nazis fueron testigos del Genocidio: todo el equipo del Estado Mayor alemán en Transcaucasia (1918-1919) estuvo en Munich en 1923, a saber Ludendorf, Von Seeckt, Von Lossow y Kress Von Kressesstein, este último, intermediario entre Berlí­n y la República de Armenia, en 1918.
Hitler estaba, pues, al corriente de todos los hechos. Pero ¿cómo pudieron los mismos influir en sus planes y sus acciones?

Coincidencias Estremecedoras

«A pesar de ser médico, no puedo ignorar mi nacionalidad. Vine al mundo en tanto turco. Mi identificación nacional precede cualquier otra cosa… Los armenios traidores han formado un nicho en el pecho de mi patria; son microbios peligrosos. ¿No es acaso el trabajo de un médico destruir a esos microbios? Mi turquismo prevalece sobre mi profesión médica… En lo referente a la responsabilidad histórica, no me preocupa en absoluto que los historiadores de otras naciones escriban sobre mí­» (Dr. Resid, médico turco, memorias) (7).
Las autoridades rumanas interceptaron, en mayo de 1915, un baúl del Ministerio de Asuntos Exteriores alemán enviado a Constantinopla, conteniendo… «algunos cilindros de metal de la medida y el formato de las granadas, contiendo una mezcla de fósforo y calcio. Se cree que agregándole agua o aplicándole una fuerte corriente de aire, la mezcla produce gases asfixiantesâ» (lo cual está indicado en la caja).
¿Para qué sirvieron los gases? Veamos el testimonio de lo acaecido en Trabizonda, en junio de 1915 (declarado en la 14° sesión de la Corte Marcial de Constantinopla, 26 de abril de 1919):
La mujer, Mannig Yerazian, fue testigo del envenenamiento y muerte por “desinfección” de niños. El sitio de los crí­menes por veneno no era el Hospital de la Media Luna Roja, sino dos escuelas que se usan para «redistribuir» o liquidar a estos niños. El representante del Ittihad, Nail, y el inspector, Dr. Saib, proveí­an las listas. Las mujeres turcas empleadas en escuelas escoltaban los grupos de niños al baño de vapor.
«Al principio no entendí­amos lo que ocurrí­a. Pero un dí­a escuchamos gritos que cesaron abruptamente y tras lo cual se sintió un silencio de muerte. Los canastos en la puerta de la «sala de desinfección» explicaban todo… Es evidente que el Dr. Saib usaba el baño de vapor para atraer y engañar a sus ví­ctimas en una cámara equipada con un tipo de gas tóxico de efectos letales. Los canastos eran los usados usualmente en el hospital de la Media Luna Roja para disponer de los cadáveres de niños, arrojándolos luego al Mar Negro».
Otras veces, los armenios fueron ví­ctimas de «experimentos cientí­ficos». Un médico turco, horrorizado por la acción de algunos de sus colegas, escribe una carta abierta al Ministro del Interior en 1918:
Cuando se discute la Cuestión Armenia, noto que las acusaciones se endilgan a los gobernadores y comandantes alemanes… Si las órdenes de exterminio de los armenios provení­an del cuartel central de Ittihad, como se verificó, la responsabilidad por los siguientes crí­menes se convierte en más grave aún. Quisiera llamar su atención sobre ciertos actos bárbaros cometidos contra los armenios a través de medidas consideradas cientí­ficas:
`…Bajo las órdenes del jefe de la Oficina Sanitaria del 3° ejército (8), en enero de 1916, cuando la extensión del tifus se convirtió en un agudo problema, inocentes armenios listos a ser deportados de Erzican fueron inoculados con la sangre de pacientes afectados de fiebre tifoidea, sin volver `inactiva´ dicha sangre. Este experimento, aceptado solo en animales pasibles de vivisección, provocó la muerte de un gran número de infortunados armenios que fueron engañados… Cuando se publicaron los resultados en el Diario de Medicina Militar, el honorable Profesor (9) simplemente constató que los sujetos era «condenados a muerte», sin identificarlos como armenios.

¿1945 ó 1919?

A pesar de las promesas de los aliados de llevar ante un tribunal a los criminales de guerra turcos acusados de masacres, nada se hizo al respecto. La Corte Marcial turca de Constantinopla emitió veredictos y ejecutó a unos pocos criminales, mas sus resoluciones fueron anuladas por el gobierno kemalista. (10) La polí­tica del nuevo gobierno de Ankara fue aprobada por el Tratado de Lausana, en julio de 1923. (11)
«La historia busca en vano el nombre de Armenia en él», escribió Winston Churchill. Mas la historia sí­ halló el nombre de Armenia en los labios de Adolfo Hitler. Son ninguna duda, hubiéramos preferido mil veces lo contrario.

Eduardo Karsaclian

Fuente : Edición Especial Diario Armenia 90º Aniversario del Genocidio Armenio