¿Restaurar la Confianza Mutua?

Otros con demasiada liviandad intentan nublar el razonamiento de la opinión pública. Afirmando lo inofensivo y lo sencillo de la letra de estos protocolos, considerando a la revisión histórica como una instancia donde el Gobierno armenio, exigirá el reconocimiento del genocidio con total naturalidad y sin presiones.

En este artí­culo me interesa analizar el contenido del segundo Protocolo en el cual se propone “implementar un diálogo de dimensión histórica con el objeto de restaurar la confianza mutua entre ambas naciones, incluido un examen imparcial y cientí­fico de los archivos históricos para definir los problemas existentes y formular recomendaciones”.
Es en este rumbo que serí­a apropiado comenzar a recorrer los distintos escenarios que se nos presentan.

Hay que tener en cuenta que Turquí­a arriba a esta instancia sin rastros de cambio sincero en su actitud hacia su relación con Armenia, pero con necesidad de transformar su histórica imagen hacia Europa y hacia la región del Cáucaso. Ello la obligó a dar indicios de “buena intencionalidad” lo que en pocas palabras podemos considerar como otra “teatralización”.
Estemos seguros que nos sentaremos a “revisar el pasado” con la misma Turquí­a, aquella que está lejos de un imperioso proceso de evolución interna, no interesada en crear reformas en el ámbito educativo y en los medios de comunicación para rever su pasado y sacar del desconocimiento a un pueblo al que se le oculta la verdad.
Nos sentaremos a “revisar el pasado” con aquellos que conducen esta Turquí­a, dirigentes polí­ticos y militares convencidos de la polí­tica negacionista ejercida desde el mismo instante de perpetrado el genocidio y que no están dispuestos a abrir ningún espacio de debate de cambio confiable sobre su legislación referida al tema. Es más son capaces de perseguir y castigar a las voces valientes que se atreven a disentir con la historia oficial.
Por lo expresado anteriormente, por ahora debemos considerar obstruido el rumbo adecuado. Para quienes compartimos la idea que el reconocimiento del Genocidio Armenio necesita una primera etapa de sinceramiento de Turquí­a, mirando hacia atrás, revisando su historia y hacia adentro, sincerarse con su sociedad. Luego asumir la responsabilidad de sus actos y posteriormente, sí­, construir un futuro distinto, sin los vicios y sin el despojo de un pasado muy gravoso, creyendo que la justicia proveerá un futuro mejor.
La propaganda turca, activa si las hay, anuncia a los cuatro vientos que armenios y turcos han alcanzado un acuerdo, queriendo así­ dar una solución polí­tica y mediática a los crí­menes de lesa humanidad, relegando otra vez el advenimiento de la justicia.
Por otro lado, los representantes del Gobierno de Armenia han expresado que el reclamo para el reconocimiento del Genocidio Armenio no se pondrá en discusión no obstante la firma de estos protocolos.
Con respecto a esto, en primer lugar el Gobierno armenio aun no emitió ningún comunicado oficial, ni a las cancillerí­as, ni a los funcionarios de gobierno avalando esta posición, por lo menos por estas latitudes, lo que resulta no coherente con lo dicho.
En segundo lugar, el hecho de someter a un examen imparcial y cientí­fico los archivos históricos ¿no significa poner en duda un hecho irrefutable y probado por innumerables documentos y reconocido internacionalmente por diversos organismos y Estados?
En tercer lugar ¿El gobierno armenio está dispuesto a levantarse de la mesa de negociaciones sino no resultan de ella conclusiones satisfactorias? O reformulo más claramente la pregunta ¿no está demasiado presionado por el contexto económico reinante que le impide rechazar las concesiones en materia de Derechos Humanos y abandonar la negociación?
Sabemos muy bien y no necesitamos de técnicos en la materia para entender que cualquier decisión de esta comisión no será vinculante si las partes no la aceptan. La gran duda surge exactamente en ese punto, como salir de esta situación si observamos la incomodidad con que llega el Gobierno de Armenia a esta mesa de negociaciones y su incapacidad de generar acciones que rechacen tales decisiones.
Permí­tanme desconfiar de lo imparcial de este examen, ya que los garantes de la “transparencia” serán las potencias, aquellas quienes presionaron para la firma de estos protocolos con las precondiciones turcas incluidas y aquellas que persiguen grandes intereses económicos y polí­ticos en la región.

¿Es posible no pensar que esta comisión servirá solo para legitimar el olvido?
¿Es posible torcer la posición turca que pregona que “algo ocurrió” pero que “basta de mirar el pasado”?
¿Será esta comisión independiente al aparato de poder cuyo objetivo es entorpecer y silenciar cualquier reclamo?
¿Cuales serán entonces las recomendaciones que dará la comisión?
¿Hay problemas históricos existentes entre Armenia y Turquí­a que no tengan que ver con el genocidio?
¿Entonces porqué Turquí­a no se atreve a incorporar el término “Genocidio” en dicho protocolo?
¿Es posible en restaurar la confianza mutua en estas condiciones planteadas?
La única respuesta es que Turquí­a pretende seguir amparándose bajo el ala siniestra de los poderosos y no bajo la luz de la verdad y la justicia.
Hagop Tabakian