El día jueves 2 de septiembre se realizó en el Auditorio de la Asociación Cultural Armenia un acto homenaje a Adolfo Pérez Esquivel, a 30 años de haber recibido el Premio Nobel de la Paz. Esta actividad fue organizada de manera conjunta entre el Programa Educación y Memoria del Ministerio de Educación de la Ciudad de Buenos Aires y el Consejo Nacional Armenio de Sudamérica.
Estuvieron presentes Jorge Dolmadjian, Director Regional del Consejo Nacional Armenio de Sudamérica; Nora Cortiñas, Madre de Plaza de Mayo-Línea Fundadora; Claudio Altamirano, Coordinador del Programa Educación y Memoria; e integrantes de la Unión Juventud Armenia. Asistieron más de 500 alumnos de las siguientes escuelas: Instituto Isaac Bakchellian, Instituto Marie Manoogian, Colegio Armenio Arzruni, Colegio Armenio Jrimian, Colegio Mekhitarista y la Escuela Nº 13 D.E 19 Presbítero Alberti.
El encuentro comenzó con las palabras de bienvenida de Claudio Altamirano, quien agradeció a los presentes su participación en este acto, al que destacó como un “momento de reflexión y aprendizaje para pensar el genocidio armenio”. Asimismo, destacó la importancia de “la memoria como política de Estado, para la formación de estudiantes autónomos, reflexivos, críticos y creativos”.
Carolina Karagueuzian, en representación del Consejo Nacional Armenio de Sudamérica, destacó la importancia de la figura de Pérez Esquivel, no sólo por haber recibido el Premio Nobel de la Paz, sino, fundamentalmente, por su permanente lucha contra todo tipo de injusticia. Además resaltó la participación de Adolfo en el Tribunal Permanente de los Pueblos, que en abril de 1984 reconoció el Genocidio Armenio, promoviendo de este modo su posterior reconocimiento por otros organismos internaciones, parlamentos y Estados.
La jornada prosiguió con la proyección del video documental “El Premio Nobel va a la escuela” realizado por el Programa Educación y Memoria. Este documental, filmado durante dos charlas-debate que compartió Adolfo con los chicos/as de la Escuela Nº13 de Villa Soldati y la Escuela Nº1 “Julio Cortázar” del barrio de Flores, refleja sus experiencias de vida, su compromiso con la lucha de los pueblos originarios, con la defensa irrestricta de los Derechos Humanos y su incansable lucha por la paz, la memoria, la verdad y la justicia.
Luego de esta proyección, Adolfo Pérez Esquivel inició un fructífero diálogo con los chicos. Comenzó por saludarlos y establecer con ellos un guiño de complicidad, al afirmar que “hoy son chicos, y algún día ustedes serán adultos, pero tienen que empezar a construir desde ahora un camino. Porque en la vida siempre van a tener que optar por un camino. ¿Ustedes entienden a qué me refiero?” Los chicos contestaron enfáticamente: “Sí”.
A continuación, refiriéndose a la temática de la memoria de los pueblos tratada en el video documental, les dijo a los chicos, que escuchaban atentamente: “La memoria no es para quedarnos en el pasado, es para iluminar el presente con la historia de los pueblos. Ustedes, por ejemplo, son depositarios de la identidad y la sabiduría del pueblo armenio. Yo sigo siendo miembro del Tribunal Permanente de los Pueblos y nuestro último veredicto es sobre la situación de Colombia, del mismo modo como lo hicimos en 1984 en París cuando hablamos del Genocidio Armenio. En ese momento, en la Universidad de La Sorbona, se presentaron cuatro testigos armenios. Eran muy viejitos, tenían más de 80 años, pero al momento de testimoniar hablaban como niños, contaban sus recuerdos, sobre su mamá, su papá, su familia y sus sufrimientos, tal como lo harían ustedes. Por eso les digo esto, los pueblos caminan entre luces y sombras, entre alegrías y tristezas, por eso lo importante es tener siempre capacidad de resistencia. Y esta resistencia es resistencia de la memoria, porque la memoria se construye sabiendo quiénes somos. Hay un viejo proverbio que dice: “Si no sabes a dónde vas, regresa para saber de dónde vienes”, ¿ustedes entienden de qué se trata esto? ¿están de acuerdo con este proverbio?” Los chicos espontáneamente intervinieron con un rotundo “Sí”. Y Adolfo continuó dirigiéndose a ellos: “Por eso es importante la educación: la educación debe ser la práctica de la libertad, la libertad es amar y sin amor este mundo no tiene sentido.”
Luego destacó, refiriéndose a su estadía en prisión, que “era libre en prisión porque era libre espiritualmente. Eso nos permite entender qué es la libertad.”
Para finalizar, sostuvo: “Ustedes tienen que defender los Derechos Humanos, los derechos en sociedad (…) Para resistir es importante la palabra, hay que recuperar el sentido de las palabras. La palabra es energía: con una palabra podemos amar, podemos destruir o podemos comunicarnos. Por eso nuestra lucha debe ser por recuperar el sentido profundo de las palabras. Cuando hablamos de Derechos Humanos, tenemos que tener en cuenta que Derechos Humanos y democracia son valores indivisibles. Democracia no es sólo votar cada cierta cantidad de años. Democracia para mí es Derecho a la igualdad de todos y todas, derecho a la salud, a la educación, al trabajo y a una vida digna. Democracia es también que no nos destruyan nuestra biodiversidad, nuestro ambiente, porque todos nosotros somos parte de la Pachamama, de la madre tierra. Por eso es importante educarse, crecer en consciencia crítica y poder compartir. Hay gente que quiere muchas cosas, pero yo sólo quiero dos cosas, sólo tengo dos deseos: que podamos compartir el pan (el pan que alimenta el cuerpo y el pan que alimenta el espíritu) y que podamos compartir la libertad, con la fuerza del amor de nuestro pueblo. No hay que desesperar, siempre existe la esperanza. Hoy es posible cambiar esto y nosotros tenemos que hacerlo posible. No dejen nunca de sonreírle a la vida, en los momentos difíciles siempre hay una esperanza.”
A partir de estas palabras, y tras un largo y sentido aplauso, los chicos y chicas presentes quisieron formular sus propias preguntas a Adolfo:
– ¿Cómo se sintió al saber del Genocidio Armenio?
Adolfo: – Profundamente asombrado. Yo no conocía sobre el pueblo armenio, así que me puse a investigar su historia y su cultura. Creo que es un problema oculto y hay que sacarlo a la luz, luchar para lograr que el gobierno turco lo reconozca.
– ¿Cómo pudiste sobrellevar la resistencia en la cárcel?
Adolfo: – Orando, haciendo mucha oración, yoga y meditación. En el patio, que le decíamos el “tontódromo” porque había que hacer caminatas circulares, durante las caminatas tratábamos de conversar con los compañeros, así nos dábamos fuerzas unos a otros.
– ¿Cómo escapaste de prisión?
Adolfo: – No me escapé, no me dejaron (risas). Para el Mundial ´78 vinieron muchos periodistas, había muchas presiones internacionales. Dos días antes de la final entre Argentina y Holanda me liberaron, dos días antes que a mí lo habían liberado a Alfredo Bravo, otro maestro. Me liberaron pero me dejaron 14 meses con libertad vigilada, es decir, en mi casa.
– ¿Cómo vivís, como cristiano, el rol de la Iglesia durante la dictadura?
Adolfo: – Muy buena e interesante es tu pregunta, porque la Iglesia somos todos. Todos somos el pueblo de Dios, y no todos los curas se portaron igual durante la dictadura. Monseñor Angelelli, Jaime de Nevares, las hermanas francesas, ellos lucharon junto a nosotros, del lado del pueblo. A la fe la tenemos que vivir entre todos.
– ¿Cómo fue que sobreviviste al “vuelo de la muerte”?
Adolfo: – El 5 de mayo de 1977 yo estaba preso. Por la madrugada me sacan encadenado diciendo que hay orden de traslado. Me meten en un coche celular. Al bajar, estábamos en el aeródromo de San Justo. Desciendo del coche y me suben al avión, encadenándome los pies al asiento. El avión comienza a carretear y levanta vuelo, veo el delta y reconozco la costa de Montevideo.
– ¿Cómo recibió la noticia del Nobel?
Adolfo: – Con un gran dolor de cabeza (risas). Me llamaron varias veces de la Embajada Noruega a casa, porque en esa época no había teléfonos celulares. Un día voy a la Embajada a ver qué necesitan, si puedo ayudar en alguna causa y veo que había armada una recepción, con sandwichs, bebidas. Yo quería ver qué necesitaban e irme. Y ahí me dicen que voy a obtener el Premio. Cuando lo recibí, y desde siempre sostuve y sostengo, no lo hice a título personal, sino en nombre de los pueblos. Mi trabajo no es individual, sino compartido con miles de personas.
– ¿Qué sentiste cuando estuviste en Irak?
Adolfo: – Fue muy doloroso. Allí también estuve en escuelas, recuerdo una dirigida por hermanas domínicas, donde niños musulmanes y católicos estudiaban juntos, un ejemplo de paz. Visité también hospitales y eso fue terrible, había muchos niños sufriendo. Fue una conmoción tremenda que siento hasta el día de hoy: que no digan que hicieron la guerra para defender la democracia, eso es una hipocresía. No hay derecho a mentir tanto. No hay que dejarse engañar por medios como la CNN, hay que ir ahí y ver la verdad de la gente, que es el sufrimiento que la guerra causó en el pueblo.
– ¿Cómo se siente ante las injusticias actuales?
Adolfo: – La democracia consiste en espacios a construir. La democracia no se regala, es de los pueblos. Los Derechos Humanos son derechos de los pueblos. Por ejemplo el tema de la seguridad, todos queremos seguridad. Pero en vez de señalar al pobre, por qué no nos preguntamos por qué hay pobres. ¿Qué seguridad tiene un chico de la calle, expuesto al hambre, al frío, a trabajar de noche? Es cierto que hay delincuencia, pero no confundamos pobreza y delincuencia. Un pobre es una víctima de esta sociedad, no es un delincuente. Tenemos que revisar todo esto, ustedes tienen que tomar consciencia porque son jóvenes, pero los adultos y educadores tenemos responsabilidad.
– ¿Qué aprendió del pueblo guaraní con su abuela, Eugenia?
Adolfo: – Mi abuela hablaba guaraní y yo entendía esa lengua de chico. Ahora sólo me acuerdo las malas palabras (risas). Mi abuela era analfabeta pero tenía otro tipo de sabiduría, ella hablaba con las plantas, con el viento. Yo creía que mi abuela era medio loca, pero ella tenía otra sabiduría: ella entendía el sentido profundo de la vida. Mi abuela me enseñó mucho, fue mi gran maestra. La sabiduría no está en leer muchos libros, sino en comprender el sentido profundo de la vida.”
Tras las preguntas de los chicos, Adolfo recibió dos obsequios en manos de un representante de cada una de las escuelas participantes: una placa de bronce con el alfabeto armenio y una copia de un ejemplar del periódico armenio de 1987 con un reportaje realizado a él. Contento tras una jornada de trabajo muy fructífera y constructiva, se despidió de los presentes con su tradicional saludo: “Paz y Bien”.