Respuesta del Embajador de Armenia en Argentina a la nota del Embajador de Turquía en «La Nación»

vahagnEl diario argentino  «La Nación» publicó el viernes 26 de abril de 2013 una nota firmada por Taner Karakas, embajador de Turquía en Argentina, titulada «El genocidio, un delito definido por la ley». Sus expresiones abiertamente negacionistas, que reproducen el discurso oficial del Estado turco, fueron ampliamente repudiadas, como lo hiciera el Consejo Nacional Armenio de Sudamérica. El 6 de junio, «La Nación» publicó una respuesta del Embajador de Armenia en Argentina, Vahagn Melikian, que compartimos.

El negacionismo es la continuación del genocidio armenio

En un artículo reciente, bajo el título «El genocidio, un delito definido por la ley», el embajador de Turquía Taner Karakas apela a variados recursos para demostrar que el exterminio de 1.500.000 armenios por parte del Imperio Otomano no fue un genocidio.

La verdad histórica es que hace 98 años se cometió un crimen diabólico contra el pueblo armenio, que vivía pacíficamente en la cuna de su nacionalidad. Ese crimen sería caracterizado y definido varias décadas después, en 1944, por el jurista polaco Rafael Lemkin, quien, al crear el término genocidio, intentaba describir y definir la política nazi de asesinatos y violaciones, así como las atrocidades cometidas en 1915 contra los armenios.

En 1948, la ONU adoptó la Convención sobre Prevención y Castigo del Delito de Genocidio, definido como un crimen internacional, y desde entonces, los países miembros de la convención están obligados a prevenir, así como a castigar a los que cometen un crimen de esa naturaleza.

El plan de exterminio y destierro del pueblo armenio fue trazado y ejecutado fríamente por el gobierno del Imperio Otomano y hoy se inscribe entre los ejemplos más claros del terrorismo de Estado. El objetivo era uno solo: el gobierno de los Jóvenes Turcos, para preservar los restos del debilitado Imperio Otomano, dio nacimiento a la ideología del panturquismo, es decir, la constitución de un inmenso imperio cuyas fronteras llegarían hasta China y abarcaría a todos los pueblos de habla turca del Cáucaso y de Asia Central. El plan preveía también la turquificación de todas las minorías nacionales. La población armenia era considerada el principal obstáculo en ese camino.

Preparado detalladamente, el plan se ejecutó en varias etapas. La primera etapa comenzó con la eliminación de cientos de intelectuales armenios el 24 de abril de 1915. La segunda fue el reclutamiento de más de 60.000 armenios para el ejército otomano, que fueron asesinados por sus compañeros de armas turcos. La tercera parte del genocidio se caracterizó por la matanza y el destierro de mujeres, ancianos y niños hacia los desiertos de Siria Taner, donde miles de ellos murieron de hambre y enfermedades. Decenas de miles de armenios cristianos fueron islamizados por la fuerza. La última etapa del genocidio está definida por la negación de las deportaciones y del plan de exterminio por parte del gobierno turco.

Esa política de negacionismo continúa hasta hoy, como lo prueba el artículo del embajador Taner Karakas. La negación es la continuación más directa del genocidio, un hecho innegable que, tarde o temprano, obligará a Turquía a enfrentarse con su pasado y saldar cuentas con la historia.

Se podría haber esperado del embajador turco un mínimo respeto a la memoria de los armenios víctimas del genocidio, decenas de miles de cuyos descendientes hoy viven en la Argentina.

El reconocimiento y la condena del genocidio de 1915-1923, por los cuales lucha todo el pueblo armenio unido, no constituyen un fin en sí mismos. Es un permanente mensaje a la comunidad internacional destinado a prevenir futuros crímenes, impedir la repetición de los ya cometidos y detener nuevos intentos, porque el genocidio no es un crimen contra tal o cual nación, sino contra toda la humanidad.