A 27 años de los pogromos de Sumgait

 

sumgait_comEl 26 de febrero de 1988, grupos paraestatales con la permisividad de las autoridades de la República de Azerbaiyán, irrumpieron en hogares de armenios en Sumgait, la segunda ciudad azerí. Con la metodología de los pogromos, violaron, golpearon, asesinaron y destruyeron los bienes de los armenios residentes en esa ciudad, y rápidamente se extendió el horror hacia Bakú, Kirovabad y Maraghá.La visión oficial de la República de Azerbaiyán sobre el hecho oscila entre la negación y la acusación a los propios armenios de ser los responsables.

 

Las jornadas del 26 al 28 de febrero conmovieron a la opinión pública internacional. Actualmente, su aniversario se conmemora en las principales ciudades del mundo con presencia de la diáspora armenia. En Buenos Aires se realizará una movilización el viernes 27 a las 19:00 hs desde Cabildo y Lacroze hacia la Embajada de la República de Azerbaiyán.

 

Por su parte, la Comisión de Conmemoración del Centenario del Genocidio Armenio de Buenos Aires emitió una declaración con motivo de cumplirse el vigésimo séptimo aniversario de estos hechos, que reproducimos:

 

DECLARACIÓN DE LA COMISIÓN DE CONMEMORACIÓN DEL CENTENARIO DEL GENOCIDIO ARMENIO CON MOTIVO DE CUMPLIRSE 27 AÑOS DEL INICIO DE LOS POGROMOS ANTIARMENIOS EN AZERBAIYÁN

El próximo 26 de febrero se cumplen 27 años del inicio de los pogromos antiarmenios en la ciudad azerbaiyana de Sumgait, que luego se extendieron a lo largo de dos años en ciudades y poblados rurales de ese país.

La «perestroika» de Gorbachov propició que las repúblicas de la Unión Soviética tuvieran mayor autonomía para abordar sus asuntos internos, por lo que el proceso de «azerbaiyanización» cultural y demográfica en Nagorno Karabagh aumentó en forma desmesurada. Este proceso trajo como consecuencia los reclamos de autonomía de la población de la Región Autónoma de Nagorno Karabagh -RANK- (región, en ese entonces, administrativamente dependiente de la República Socialista Soviética de Azerbaiyán) mayoritariamente poblada por armenios.

La escalada del conflicto provocó la violenta reacción de las autoridades azerbaiyanas a través de la organización de pogromos antiarmenios en todo su territorio y el inicio de la lucha por la supervivencia de los armenios karabaghíes.

Ante la pasividad de las fuerzas de seguridad, entre el 26 y el 28 de febrero grupos parapoliciales, con total impunidad provocaron muertes, violaciones y vejaciones de miles de armenios y el desplazamiento y deportación de 350.000 personas, estimativamente.

Nuevamente la estigmatización llevada hasta el paroxismo puso a los armenios en el lugar de “la razón de todos los males del país”, esta vez en Azerbaiyán donde un gobierno autoritario con un gran poder de represión oprime a la disidencia y ha instalado un argumento fenomenal para disciplinar a la sociedad azerbaiyana tras el “enemigo común” que amenaza su futuro.

Es así como el odio racial contra los armenios y el discurso bélico se han convertido en moneda común en Azerbaiyán.
Los pogromos de Sumgait son parte del plan sistemático de limpieza étnica turco-azerí que se desarrolla en la meseta armenia desde hace más de un siglo. En esos días, los armenios revivieron el estado de desesperación, de vulnerabilidad y de falta de garantías que deben proporcionarse a los ciudadanos de cualquier país. Las imágenes del genocidio de 1915 reaparecieron en las retinas y reafirmaron la vigencia de los planes de limpieza étnica.
Sumgait y luego Bakú, Kirovabad, Shamkhor y otros poblados, son una mutilación más, otro éxodo.

En la actual República de Armenia vive apenas el 20% de la población armenia.
Las consecuencias del genocidio persisten de diferentes formas; el bloqueo de las fronteras, los pogromos, la política turco-azerí de excluir a Armenia de todos los proyectos de desarrollo en el Cáucaso, son formas de pauperizar y de provocar éxodos forzados por razones económicas.

La idea de “una Armenia sin armenios” que motorizó al gobierno de los Jóvenes Turcos en el Imperio Otomano y que en la actualidad persiste en las perspectivas estratégicas de ambos Estados, está latente.

La negación del genocidio no solo opera contra la verdad histórica, sino que angustia dramáticamente a los armenios sobre la viabilidad de un futuro digno, libre de las sombras de nuevas masacres.
Por eso, la lucha contra la política negacionista, por la verdad y la justicia, es una lucha contra una política de discriminación que busca aislar y segregar, para luego asimilar o destruir la identidad.
A pesar de esta lucha asimétrica, el pueblo armenio y sus descendientes en muchas partes del mundo se preparan para conmemorar el centenario del peor desastre que sufrió a lo largo de su historia milenaria.

En ese marco, los pogromos antiarmenios sucedidos en Azerbaiyán no pueden ser disociados de las políticas discriminatorias que el Estado turco y sus aliados desarrollan en el Cáucaso Sur.