Del 12 al 28 de junio se desarrolló en Bakú la primera edición de los Juegos Europeos, un evento multideportivo supervisado por el Comité Olímpico, inspirado en los Juegos Panamericanos y en los Asiáticos. Azerbaiyán se constituyó como país organizador en diciembre de 2012 en la 41ª Asamblea General del Comité Olímpico Europeo, elección de la que la República de Armenia se negó a formar parte. No es el único evento deportivo de importancia que planifica el Estado que patrocinara al Atlético de Madrid, sino que albergará en 2016 el Gran Premio de Fórmula 1 y las Olimpiadas de Ajedrez, los Juegos de la Solidaridad Islámica en 2017 y una serie de partidos de Cuartos de Final y Fase de Grupos de la Eurocopa 2020.
Todo estado que organiza un evento deportivo con proyección internacional aprovecha la ocasión para mostrarse como busca ser concebido por los demás. Ninguna nación, por más progresista que sea su gobierno, se embarca en una empresa de esta magnitud sin esperar réditos simbólicos y materiales. Sería inexacto adjudicarles esta vocación únicamente a países que son gobernados de forma autoritaria y represiva. Al mismo tiempo, esta clase de espectáculos suelen ser aprovechados por sectores de la sociedad civil para mostrarle al mundo sus reclamos. En algunos casos dentro de sus propios países, como ocurriera durante “Brasil 2014” o en la Copa América en curso, con las protestas estudiantiles durante la apertura, fuertemente reprimidas. Cuando el terror es la norma, como en “Argentina 1978”, son muchas veces los exiliados los que proclaman qué ocurre en sus países.
Desde que Bakú se constituyó como sede, diferentes organismos internacionales comenzaron a manifestar su preocupación por lo que pudiera ocurrir allí, por cuál sería la reacción del gobierno de Aliyev con aquellos pocos periodistas y activistas que escapan a su control y que aún no han sido encarcelados o exiliados, y que son permanentemente acosados, amenazados y torturados. Amnistía Internacional realizó un informe titulado «Azerbaiyán: los Juegos de la represión. Las voces que no se escuchan en los primeros Juegos Europeos». Como forma de garantizar la seguridad de periodistas y activistas locales, tenía como objetivo presentarlo en Bakú, pero la Embajada de Azerbaiyán en Londres le comunicó el 10 de junio que el país “no está en condiciones de recibir a la delegación de Amnistía en Bakú en el momento actual».
El país que había permitido ingresar a todas las delegaciones deportivas sin visado, que había organizado los primeros Juegos Europeos de la historia, construido sedes, villas y todo lo necesario, (absorbiendo los costos de las protestas ambientalistas que también fueron reprimidas), no podía recibir a una sola delegación. En paralelo, Reporteros Sin Fronteras envió una petición a los patrocinadores, entre los que se destaca la petrolera británica British Petroleum(BP) para que pidieran por la libertad de los periodistas detenidos. En la misma, sostenían que:
“El régimen lleva meses en una campaña del terror surprimiendo sistemáticamente toda crítica. Los periodistas y blogueros han sido silenciados, encarcelados o se han visto forzados al exilio. El último diario de oposición, el Azadlig, está al borde de la quiebra por las multas astronómicas que le ha impuesto la persecución política a la que está sometido. El Gobierno controla todo el sector audiovisual.”
Sin embargo, un pedido de esta naturaleza debe entenderse como meramente testimonial, ya que BP controla gran parte de la empresa estatal azerbaiyana SOCAR (State Oil Company of Azerbaijan Republic), por lo que puede asumirse que ya conoce su accionar.
Desde el CNA de Sudamérica no podemos ignorar el intento de capitalizar este evento en la región que realizó la diplomacia, encarnada por el embajador Mammad Ahmadzada. Luego de fastuosos eventos organizados para periodistas y deportistas en Chile, Uruguay y en Argentina, hubo infructuosos intentos de instalar en la agenda mediática local los Juegos Europeos, pero a falta de un inicial interés periodístico fue el propio embajador quien tuvo que hablar sobre ellos en una cínica columna en el diario El Cronista titulada «Primeros Juegos Europeos Baku 2015: la fiesta de Europa de la paz» donde sostenía que Azerbaiyán, gobernado por un presidente que sostiene que sus principales enemigos son los armenios de todo el mundo y sus secuaces, cuenta con un «alto nivel de tolerancia, convivencia pacífica de varias creencias y secularismo».
Abandonada la vía de ingresar en la agenda a través del interés deportivo, la actuación de la apertura de los juegos de Lady Gaga fue transmitida, brevemente, en distintos noticieros televisivos locales. Más allá de consideraciones artísticas, es llamativa la elección del tema Imagine de John Lennon como pieza publicitaria para el mundo, cuando su gobernante en 2012 ha repatriado con honores y prebendas al asesino Ramil Safarov, condenado a cadena perpetua en Hungría en 2006 por asesinar a hachazos al teniente armenio Gurgen Margarian mientras dormía, durante un curso de la OTAN. Aliyev hace un culto de la xenofobia y de la guerra, nada más lejos de la letra de Imagine que sus sucesivas administraciones.
¿Cuál es, entonces, el motivo de preocupación del CNA de Sudamérica frente a los Juegos Europeos de Bakú?. Al igual que lo expresáramos cuando Turquía buscaba ser sede de los Juegos Olímpicos, creemos que el desarrollo de este tipo de eventos, sin ninguna consideración por la situación de los derechos humanos, alienta a la agudización de la represión para poder mostrarle al mundo una sola de sus caras, impidiendo por la fuerza que la ocasión sea aprovechada para explicitar otros conflictos. A su vez, como expresáramos frente a la polémica con la telenovela “Las Mil y Una Noches”, nuestra preocupación principal radica en el tratamiento local de los contenidos ofrecidos, en este caso por la agencia de publicidad de la embajada azerbaiyana, y la visibilización únicamente de los aspectos, sean reales o imaginarios, que el gobierno de Aliyev intenta instalar. No estamos denunciando a estos Juegos Europeos ni a sus deportistas, sino a una estrategia que beneficia a un gobierno cuyo modelo de negocios siempre es a costa de los derechos humanos.