Los elementos clave en el Negacionismo turco del Genocidio Armenio:Un estudio de distorsión y falsificación

Por Vahakn N. Dadrian

La preparación y promoción del argumento de la “guerra civil”, con miras a negar mediante cierto palabrerí­o la realidad histórica del Genocidio Armenio es un fenómeno que pone en evidencia con severos trazos la perniciosa relación que puede forjarse, a través de muchos medios, entre grupos de interés polí­tico y ciertos académicos. En los meses que siguieron a la publicación de la solicitada en el New York Times, Washington Post y también el Washington Times, una investigación detallada de los 69 firmantes reveló que 40 de ellos habí­an recibido un total de sesenta y cinco contribuciones de dos organizaciones claramente pro turcas, a saber, el Instituto de Estudios Turcos, en ese momento encabezado por Heath Lowry y el Instituto de Investigación Americano en Turquí­a; el primero con base en Washington D.C. y el último que funciona en Ankara. Además, universidades o departamentos en los cuales estos cuarenta expertos están, o estaban entonces afiliados, habí­an recibido más de 70 contribuciones de estas dos organizaciones. Un seguimiento realizado por el Instituto sobre el Holocausto y el Genocidio que funciona en Jerusalén, investigó a los firmantes de la solicitada. Se enviaron un total de 62 cuestionarios y se recibieron respuestas en el 34% de los casos. Los que respondieron apelaron a razones polí­ticas para justificar el haber firmado la solicitada. “En todos estos casos, aparentes necesidades con respecto al presente o al futuro, justificables o no, se toman como bases razonables para censurar o cambiar los registros históricos, la veracidad y autenticidad de los cuales son consideradas menos relevantes que las necesidades polí­ticas actuales o futuras. Claramente, no toda concesión de una contribución o beca necesariamente vinculan o inevitablemente terminan en publicaciones o investigaciones deshonestas o tendenciosas, pero en este caso particular las conexiones son demasiado estrechas como para ser ignoradas.
El fallecido Terence Des Prí¨s de la Universidad Colgate y miembro del Consejo del Holocausto de los Estados Unidos, diagnosticó convincentemente este problema y las omniosas trampas asociadas al mismo.

El control polí­tico de la verdad requiere naturalmente impresiones orwelianas, pero en realidad, la manipulación del conocimiento es más profunda que la censura y más sutil que la propaganda abierta. Puede incluir condiciones bajo las cuales la investigación será financiada y debatida en los foros, y también la designación de la legitimidad a conferirse o retenerse en campos especí­ficos de estudio. Trabajos, posesiones, progreso profesional, todo puede depender de que se siga la lí­nea aprobada. Aparte, está el fenómeno adyacente del “instituto” y “grupo de reflexión” en la mayorí­a de los casos con alguna especie de apoyo oficial. Y luego, también está la forma en que las universidades presionan a sus facultades para que aporten fuertes sumas de dinero asegurando proyectos gubernamentales. Este revoltijo significa que en la pelea de la memoria contra el olvido debemos competir con versiones oficiales e intereses especiales, con demandas públicas y privadas de conocimientos útiles, con tipos de información on-line preparadas para necesidades de corto plazo. Entre este estrépito, la voz del estudioso independiente es difí­cil que se escuche”.

Contrapuestos a la existencia de renovados recursos turcos para financiar publicaciones e investigaciones con la tácita y a veces explí­cita expectativa de que los resultados favorecerán los intereses turcos al apoyar “el punto de vista turco” en la disputa acerca del conflicto turco-armenio y su culminación en el Genocidio Armenio, nos encontramos con la inexistencia de recursos armenios comparables, no para emular la proclividad turca sino para oponerse efectivamente y mitigar sus efectos corruptores en el mundo académico. Por eso, es un alivio bienvenido el ver recientemente “más de 150 distinguidos académicos y escritores” de EE.UU. levantar la voz de indignación en una solicitada en el New York Times contra la persistencia de la negativa turca del Genocidio Armenio, contra “los esfuerzos turcos para higienizar su historia” y “la manipulación turca del gobierno y las instituciones norteamericanas…” Ningún armenio ni organización pro armenia ha concedido a ninguno de estos no armenios, intrépidos paladines de la humanidad ultrajada, ninguna contribución o beca. Allí­ reside la principal diferencia en significado y valor entre los tipos de solicitada publicadas en el New York Times.
Resulta remarcable que dos publicitados y prominentes historiadores turcos han repudiado recientemente la postura negadora de los 69 firmantes antes señalados, y sea coincidencia o no, sus nombres no figuran en la lista de los 69 mencionados. Uno de ellos, Engin Akarlli, profesor de historia de la Universidad Brown, concluyó en un artí­culo que las “deportaciones armenias en masa en todo el Imperio y sus reales consecuencias, realmente evocan el término ‘genocidio”. El otro, Selim Deringil, profesor de historia de la Universidad Bogazici de Estambul, declaró categóricamente que “ningún historiador con conciencia puede aceptar posiblemente el razonamiento de ‘guerra civil’, que constituye una tergiversación histórica”. En el mismo artí­culo Derengil también declaró “… es también un disparate plantear el argumento de la ‘guerra civil’ como justificación para la deportación y asesinato de gente inocente en lugares tan apartados de la zona de guerra como Bursa”. ¿Podrán resistir las crecientes presiones que emanan del gobierno y del conjunto de expertos con intereses creados en la polí­tica que persiguen el mismo objetivo?
LA FALACIA DEL ARGUMENTO DE LA REBELIí“N ARMENIA

Se pueden descartar los documentos ingleses, franceses y rusos por provenir del grupo de enemigos de guerra de la Turquí­a otomana; pero no se puede hacer lo mismo con los informes de los archivos de estado de los aliados de guerra de Turquí­a, el imperio alemán y el austro-húngaro. El consenso entre los respectivos funcionarios es que no hubo un levantamiento armenio masivo. Como escribió el Embajador Metternich en un completo informe de setenta y dos páginas a Berlí­n: “No hubo un levantamiento general concertado, ni una prueba totalmente válida de que tal alzamiento haya sido planeado u organizado”. Esto es confirmado por el jefe de personal del III ejército otomano, el alemán Felix Guse quien trabajó en estrecha relación con el comandante en jefe el III ejército, el General Mahmud Kamil. Fue en la zona comandada por Kamil donde el 90% de la población armenia masculina fue masacrada. Guse escribió que no habí­a ninguna prueba de que los armenios tuvieran algún plan o intención de montar un levantamiento generalizado. De manera similar, el vicecónsul alemán de Erzurum, Max Erwin Scheubner-Richter declaró que con excepción de Van, los levantamientos constituí­an una autodefensa improvisada.
Del mismo modo el vicecónsul alemán, Hermann Hoffmann informó que los actos de resistencia en su distrito: Zeitún, Urfá, Funducjak y Musa Dagh fueron espontáneos. También el cónsul alemán de Alepo, Walter Rí¶ssler recalcó que el levantamiento de Urfa se realizó para evitar la inminente aniquilación, además el recuerdo de la masacre que tuvo lugar allí­ en 1895 llevó a los lugareños a tratar de impedir la repetición de aquel horror. El cónsul alemán de Adana, Eugen Bí¼ge informó en dos ocasiones que “no se daban las condiciones previas para organizar un levantamiento armenio en este distrito”. El vicecónsul alemán en Samsun, Kuckhoff, declaró que “la gran mayorí­a de los armenios otomanos no estaban involucrados en los levantamientos”. El mayor general Posseldt, comandante alemán de la fortaleza de Erzurum hasta abril de 1915, describió a los armenios de allí­ como “inocentes” y creí­a que ellos eran el blanco “del acosamiento y de la provocación turca”. El propio embajador alemán Wangenheim, el arquitecto, de la alianza polí­tica y militar turco-alemana durante la guerra, declaró en un informe a su canciller en Berlí­n que mientras puede haber desacuerdo en algún u otro tema, “en una sola cuestión debe haber coincidencia: desde el advenimiento del régimen constitucional (de los ittihadistas en 1908) los armenios han renunciado a la idea de una revolución y en el presente no hay ninguna organización para tal revolución”.
En un ejemplo de resistencia, el vicecónsul Scheubner, quien estaba personalmente involucrado, dijo haber recibido la orden de actual en un pueblo armenio donde los “rebeldes” habí­an formado barricadas, de “tomar por asalto” al pueblo y “castigar” a los pobladores. Continúa diciendo que: “de hecho los supuestos rebeldes resultaron ser personas que por temor a una masacre formaron barricadas y hubieran estado dispuestos a entregar sus armas a cambio de la promesa de ser perdonados y de no ser asesinados”.
En otro ejemplo donde se muestra que los armenios no estaban preparados para el conflicto, el comandante del IV ejército, Cemal Pasha emitió una orden para recolectar armas. Los armenios de la zona de comando del IV ejército no habí­an sido armados y fueron obligados a comprar armas para entregarlas a las autoridades y evitar el ataque.
Distintos funcionarios alemanes coinciden en que hubo cuatro levantamientos que tuvieron cierta relevancia: Van (20 de abril-17 de mayo, 1915), Sabin Karahisar (6 de junio-4 de julio, 1915), Musa Dagh (30 de julio-12 de septiembre, 1915). Estos no sólo eran incidentes locales y aislados, sino que por sobre todo eran improvisados actos de desesperación para resistir la inminente deportación y evitar la aniquilación.

La preocupación, por no decir obsesión, de Lowry por socavar el testimonio del embajador Morgenthau manifiestamente lo ha conducido a fijar la vista en unos pocos árboles enfermos –los supuestos defectos del libro de Morgenthau- e ignorar la robustez del bosque, es decir, la verdad fundamental sobre el exterminio de la población armenia otomana que realza la tesis central de su libro en conjunto. Lowry observa, por ejemplo, que un pasaje particular en el libro de Morgenthau no se halla en su diario, cuyos relatos proveen, como es conocido, la base de su libro. De inmediato acusa a Morgenthau de “difamación”. En ese pasaje se dice que Talaat declaró a Morgenthau, quien una vez más habí­a tratado de interceder en nombre de los armenios, que “hemos terminado con ellos. Eso está liquidado”. En otras palabras, no sólo se sospecha de Morgenthau, sino que se lo acusa de manera lisa y llana de haber inventado este episodio particular para los propósitos de su libro de posguerra. No obstante, el embajador alemán Bernstorff cita a Talaat en sus memorias en términos casi idénticos. Como escribiera Bernstorff, “cuando seguí­ importunándolo acerca de la Cuestión Armenia, una vez dijo: ‘¿Qué diablos quiere usted? La cuestión está resuelta, ya no hay más armenios”.
Más aún: en su esfuerzo adicional por desacreditar a Morgenthau, Lowry reproduce fragmentos de una carta de George Schreiner, quien habí­a servido como corresponsal de Associated Press en Turquí­a durante nueve meses. En esos pasajes Schreiner ataca a Morgenthau por criticar a los turcos y a algunos de sus lí­deres. Aún así­, el propio libro de Schreiner tiene muchos relatos de atrocidades cometidas contra los armenios, quienes “otra vez están atravesando el infierno. He escuchado que algunos han sido quemados vivos… Se dice que las matanzas continúan… esa fase horrorosa de barbarie… Lo peor sucede en los espacios abiertos, en los lugares desolados… Mis esfuerzos por cumplir con mi deber (obtener una historia sobre las atrocidades armenias) han vuelto prejuiciosos a los censores turcos en mi contra”. La búsqueda de criterios de rectitud y franqueza por parte de Lowry, quien hiciera tanto alboroto por el hecho de que Burton J. Hendrick fuera el “escritor fantasma” del libro de Morgenthau, fue “pescado” haciendo lo mismo para el embajador turco en Washington con respecto a la negación del Genocidio Armenio, lo que tres destacados expertos en genocidio pusieron al descubierto en una revista académica.
A pesar de todo eso, Lowry se sintió constreñido a hacer una admisión al final de su folleto. Declaró que “los despachos de tiempos de guerra y los informes escritos… dirigidos al Departamento de Estado de los EE.UU.” por Morgenthau, más que su libro, son el material “real” sobre el cual debe basarse cualquier estudio pertinente, incluyendo la experiencia armenia en tiempos de guerra. Por lo tanto, puede ser apropiado terminar este segmento de la discusión conciliando con Lowry en este punto y presentando fragmentos de una carta “privada y confidencial” de nueve páginas que Morgenthau enviara al secretario de Estado Robert Lansing el 18 de noviembre de 1915. La importancia de estas afirmaciones de tiempos de guerra se acentúa por el hecho de que por razones desconocidas se las excluyó de la versión impresa del documento en el volumen correspondiente publicado por el Departamento de Estado en 1939. Estos fragmentos contienen sucintamente el veredicto de Morgenthau sobre “el asesinato de la nación (armenia)”:

Estoy firmemente convencido de que éste es el más grande crimen de todos los tiempos… matanzas acompañadas por violación, pillaje y conversiones forzadas… Desafortunadamente las matanzas armenias previas fueron toleradas sin que las grandes potencias cristianas castigaran a los perpetradores; esta gente cree que una ofensa que haya sido condonada previamente será perdonada otra vez… Era una gran oportunidad para ellos el poner en práctica su plan largamente acariciado de exterminio de la raza armenia y así­ terminar de una vez para siempre con la cuestión de las reformas armenias que tan a menudo ha sido la causa de la intervención europea en los asuntos turcos.

Fragmentos

Fuente:Edición Especial 90° Aniversario del Genocidio Armenio