Durante estos días de febrero, conmemoramos tres fechas significativas para la historia reciente de Armenia. Fechas que no sólo tienen en común la vecindad en el calendario, sino que son parte indisoluble de la compleja y trágica historia del intento de la República de Azerbaiyán de consagrar el plan de una “Armenia sin armenios”, aquel plan genocida que el Estado turco llevó a su extremo entre 1915 y 1923, y que siempre acecha desde las autoridades de ambos países. Tres momentos de las relaciones entre el Estado de Azerbaiyán y los armenios sin distinción, que evidencian que la frase de Ilham Aliyev “nuestros principales enemigos son los armenios de todo el mundo” no es una mera amenaza sino también el resumen de la historia. Nos referimos al inicio del Movimiento de Karabaj, a los pogromos de Sumgait y al asesinato de Gurgen Margaryan.
El 20 de febrero de 1988, el Soviet de la Oblast (Región) Autónoma de Nagorno Karabaj (RANK) en su XX sesión extraordinaria elevó a los más altos organismos legislativos legislativos de los Soviets supremos de Armenia, de Azerbaiyán y de la URSS, la petición de poner a consideración y resolver de forma positiva “traspasar la RANK de Azerbaiyán soviética a Armenia soviética. Esta fecha, en la que se conmemora el inicio del Movimiento de Karabaj, es entendida por algunos como un intento separatista o secesionista, para perjudicar la integridad territorial de Azerbaiyán. Sin embargo, este reclamo, realizado dentro del marco legal de la Constitución soviética, tenía un objetivo netamente defensivo, garantizar la integridad física y los bienes de la población de Karabaj. Debe recordarse que los armenios en territorios gobernados por Azerbaiyán durante la Unión Soviética siempre estuvieron en situaciones vulnerables, en nombre de la “armonización de las naciones” se produjo la cesión no solo de Karabaj sino también de la provincia de Najicheván, a la República Socialista de Azerbaiyán. Los armenios bajo administración azerí no tuvieron las mínimas garantías para desarrollarse, para prosperar y, fundamentalmente, para asegurar sus vidas.
A pocos días de iniciado el Movimiento, el 26 de febrero de 1988, grupos paraestatales con la permisividad de las autoridades de la República Socialista de Azerbaiyán, irrumpieron en hogares de armenios en Sumgait, la segunda ciudad azerí. Con la metodología de los pogromos, violaron, golpearon, asesinaron y destruyeron los bienes de los armenios residentes en esa ciudad. El horror se expandió rápidamente hacia Bakú, la capital azerbaiyana, y otras ciudades como Kirovabad y Maraghá. Estos actos horrorosos provocaron muertes, violaciones y vejaciones de todo tipo, y el desplazamiento forzado de 350.000 personas de origen armenio. Las jornadas del 26 al 28, especialmente, conmovieron a la opinión pública internacional y actualmente se conmemora en las principales ciudades del mundo. La visión oficial de la República de Azerbaiyán sobre el hecho oscila entre la negación y la acusación a los propios armenios de ser los responsables. El negacionismo, en este caso, profundiza su carácter cínico.
La tercer fecha, el 19 de febrero de 2004, nos remite al asesinato de Gurgen Margaryan. Hace diez años Ramil Safarov, oficial del ejército azerí, asesinó al teniente armenio de 26 años de edad mientras dormía, golpeándolo 16 veces con un hacha hasta casi decapitarlo, mientras militares armenios y azerbaiyanos participaban de un curso de inglés en el marco de la Asociación para la Paz de la OTAN en Hungría. Safarov fue detenido mientras intentaba perpetrar un segundo asesinato a otro oficial armenio. Este asesino, condenado por Hungría a cadena perpetua, fue extraditado a Azerbaiyán donde fue recibido con honores y declarado Héroe Nacional por el gobierno de Aliyev. Entendemos que Safarov debería haber cumplido la condena que con las garantías del debido proceso recibió en Hungría. Sin embargo, no puede negarse que la armenofobia imperante en las autoridades máximas de Azerbaiyán, y su ubicuidad en toda la sociedad, a través de la educación y los medios masivos, sumados a las persecuciones a los disidentes, configuran el escenario propicio para el surgimiento de este tipo de crímenes. Su consagración estatal posterior, es la ratificación de que esta armenofobia, lejos de ser ocultada, se exhibe hasta el hartazgo.
Para el Consejo Nacional Armenio, estas fechas ratifican que no existe la posibilidad de la estabilidad y la convivencia pacífica en el Cáucaso mientras Azerbaiyán sostenga una política belicista y racista, capaz de declarar la guerra y perseguir a la población de su propio país por igual, con diferentes métodos pero con el mismo objetivo: vaciarlo de pobladores de origen armenio. La lucha de liberación de los armenios de Karabaj fue una necesidad derivada de la violencia de Azerbaiyán, y no la causa de esta violencia. Durante el dominio soviético, la mayoría de la población de Karabaj buscó, de forma pacífica, la reunificación con Armenia; Azerbaiyán respondió con la violencia no solo en Karabaj sino en toda Azerbaiyán . En Karabaj los armenios se defendieron y, en 1991, declararon la formación de la República de Nagorno Karabaj, de conformidad con las leyes de la URSS. Una resolución justa y duradera del conflicto de Karabaj debería garantizar seguridad y viabilidad para Karabaj y Armenia. Finalmente, la reunificación de facto con Armenia debería garantizarse de iure.